Cap. 2. Lucía Lombardo

629 58 10
                                    

La voz de un hombre de unos 60 años llamó su atención, ¿En que momento llegó junto a ella? Su aspecto era culto y sereno. Vestía de una manera elegante, o así parecía para Lucía.

Quién le daba la bienvenida era Pablo, el mayordomo de la mansión. Encargado de dirigir a los sirvientes, y de paso algunas labores de la casa.

El entendió perfectamente el estado de Lucía. La mayoría de personas en la mansión sabían el hecho de la llegada de la joven.

-Por aquí, sigame. Debe asearse antes de presentarse frente al señor. -le dijo Pablo.

El Señor, Don Jorge Lombardo, nuevamente cabeza de la familia tras la muerte de su hijo mayor y legítimo heredero de la familia, Daniel Lombardo, era con quien Lucía se debía encontrar, su abuelo.

Hace más de 15 años que había dejado de ser el maestro de la familia. Tuvo que hacer muchas cosas para mantener a flote el apellido Lombardo, y una de ellas fue amenazar a su hijo. De los hijos del señor Jorge, a sus ojos, tan solo Daniel era merecedor del título de cabeza de la familia. En manos de él esta prosperaria.

Despues de dejar a Ana, Daniel se metió de lleno en el papel de dirigente de su familia. Arreglo todos los negocios, estableció alianzas y contratos. Tal como pensó su Padre, la familia próspero. A los dos años de su rompimiento con Ana quizo saber de ella.

Las fotos que le dio su investigador días después lo dejaron pasmado, su amada cargaba un bebé en brazos. Llegó a pensar lo peor, pero se calmó y envío nuevamente a investigarla, pero esta vez enfocado a la bebé, quería saber quien era el padre.

Tres días después obtuvo los resultados. Su cara se iluminó de felicidad cuando descubrió que era su hija. Quizo traerlas de inmediato, pero, había un gran problema, él ya estaba casado y con un hijo de tres meses de nacido. A veces hay que hacer sacrificios, y casarse con quien no se quería para hacer alianzas, y él pasó por ello. Además, así solo pudiera traer a su hija no lo haría. Traerla sólo sería meterla en un mundo donde siempre estaría triste y en peligro. Entendió por qué Ana no le contó nada, era la única forma de mantener a salvo a la pequeña. No podría decirle que era su padre, pero si podría estar pendiente de ella.

​​​​​-Entre, no hable más de lo que debe y siempre este atenta. -fueron las palabras de Pablo antes de abrir la puerta del despacho donde estaba don Jorge.

Iba vestida con un bonito y costoso vestido casual. El baño le había devuelto la belleza que la suciedad le había quitado.

-Señor, aquí está la señorita Lucía.

-Que pase -dijo el señor Lombardo a Pablo.

El mayordomo se retiro y dio espacio para que la joven entrará.

Al entrar el olor a tabaco inundó su nariz. El lugar era muy culto, había una gran cantidad de libros, la fina madera de los muebles y sillas iba a juego, todo el lugar era exquisito. El carraspeo de una voz llamó su atención.

-Siéntate -dijo un anciano de unos 70 años.

-Si no le importa, me gustaría quedarme de pie, el viaje ha sido muy largo y mis piernas aun se sienten entumecidas. -respondió cortésmente la chica.

El anciano tan solo devolvió la vista al libro que estaba leyendo. La primera impresión que tuvo de su nieta fue buena. Una idea estaba germinado en él desde que su hijo le contó que tenía una hija antes de morir. Quería saber hasta donde podía llegar el ADN.

-Cuéntame algo de ti -le pidió a la joven.

-¿Eh?... me llamó Lucía Montes, soy de...

-Eso ya lo sé, te he investigado bien. Cuéntame otra cosa. -le pidió.

ADN Lazos de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora