Las frías gotas de lluvia golpeaban las ventanas del hospital. En una silenciosa habitación, un hombre se encontraba sentado en un sofá, mirando al suelo y con las manos agarrando su cabello, a tal punto que los nudillos de sus dedos se volvían blancos.
La presencia de una persona entrando por la puerta llamó su atención. Levantó su cabeza y lo vio fijamente. Era un hombre de unos veinti ocho años de edad, con una bata blanca, típica de los doctores, traía su estetoscopio colgado en su cuello. Dándole una mirada al hombre el sofá, se quitó el estetoscopio y empezó a acomodarselo para revisar a la paciente.
—¿No deberías irte? La forma en la que estás actuando es muy rara. Podrían iniciar rumores. ¿No te preocupa? Es mejor que te vayas —le dijo al hombre sin verlo a la cara.
El hombre tan solo bufó y se pasó las manos por la cara tratando de quitar su rigidez.
—¿Desde cuando me ordenas? —le espetó.
El hombre se acomodó nuevamente el instrumento en su cuello.
—Cómo tú mayor tengo el deber de aconsejarte, no te dejes cegar. —le dijo enfocando su vista en él. Hazme caso Marco.
El hombre lo miró con una mueca de desinterés.
—Un año de diferencia no te da el derecho de decirme que hacer. Solo ocúpate de tu trabajo.
Un silencio se presentó en el lugar. Marcello, que así se llamaba el doctor, era uno de los pocos que le sostenía una conversación de esa clase. Haber sido buenos compañeros desde la secundaria, y de paso en el campus de la universidad les había hecho desarrallor una relación muy cercana a la amistad.
Marcello era el doctor personal de Marco, con todo su invento de la invalidez él era quien le ayudaba, tenía la confianza de aquel gran mafioso.
—Ella está bien. En cambio tu novia no. ¿Podría haber muerto justo en este momento y ni cuenta te das? Se que Danna no es nada para ti, pero lo único que haces es llamar la atención.
—Yo se lo que hago... ¿Estas seguro que estará bien?
Marcello fijó su vista en la joven que se encontraba acostada en una cama de hospital. Se hallaba vendada la cabeza y con algunos rasguños en su cuerpo.—¿Que le ves? —le preguntó sin vacilar.
Ambos tan solo se quedaron viendo la camilla. Marco le debía una actualización en los pasos que estaba tomando.
—Ella es más importante que Danna, es lo único que debes saber por el momento.
Marcello se resignó y dándole una mirada a la muchacha salió de allí.
Marco se levantó de inmediato y activo el seguro para que nadie entrará, esas eran las ventajas de tener una habitación privada.
Su celular sonó mientras se dirigía nuevamente al sofá. Lo sacó y al ver que era Valentino contestó de inmediato.
—¿Que sucede? —le dijo en un tono apurado.
—El señor Lombardo no demora en salir de la mansión hacia el hospital. Cuando se enteró salió de su oficina directo a la mansión, tuve que hacer mucho para que no saliera tan rápido. Respecto a Kamil...
Por unos segundos nadie habló, Valentino no sabía cómo reaccionaria su jefe.
—¡Habla! ¡¿que pasa con ella?! —le exigió.
—Señor, ella sabía que la señorita Lucía era quien recogió a Danna, aún así, no quiso parar su plan.
Marco apretó fuertemente el teléfono, la furia se extendía por todo su cuerpo. Le había dado igual que Kamil se deshiciera de sus antiguas novias, pelear con ella por eso no le traería nada bueno, todo lo contrario. Pero ya estaba llegando al límite, estaba cambiando en todo, hasta en la forma de acabar con sus ex's, y ahora Lucía. Un escalofrío lo recorría cada vez que pensaba en lo que le podría haber pasado.
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ADN Lazos de sangre
RomanceLucía Lombardo Montes, la bastarda de la familia Lombardo, hermosa e inteligente, con una sola cosa en mente, sobrevivir en el mundo más peligroso que podía conocer, la mafia. Marco Olivieri, el segundo hijo de la familia Olivieri, un hombre frío qu...