—¿Que quieres hablar conmigo? —le preguntó Lucía.
—Quería verte, ¿no puedo?
—Hoy no era el mejor momento. —le habló y se dio la vuelta para quedar frente suyo. —era el anuncio de mi compromiso. —lo tentó viendo fijamente sus ojos.
Marco soltó una sonrisa ladeada, ya no le daba tanta importancia a eso, sabía que no era obstáculo para él. De un momento a otro, los labios de la muchacha se vieron aprisionados, se notaba el deseo que tenía Marco por ella.
—Te ves muy bien, ¿tanto así anhelas ese matrimonio? —le preguntó Marco cuando soltó sus labios.
Lucía tan solo sonrio, siempre guardaba la más mínima posibilidad de que esa clase de encuentros pasarán a sólo una charla de negocios, al parecer eso era algo muy raro; tampoco podía negar que el fin de semana en casa de sus abuelos le hizo ver a Marco de una forma distinta, eso la confundía. Pasó la vista de Marco a su mano que acababa de levantar, la puso de tal manera que se el pudiera ver claramente el anillo de compromiso, ella no se lo había quitado a propósito, mala idea.
—Quítatelo —le dijo en forma de orden.
—No lo creo, se me hace que no debería, ¿no crees?
—Creo que si no te lo quitas tendremos serios problemas —le dijo roncamente cerca a sus labios, para darle otro beso —tienes dos opciones, la primera: te lo quitas por tu cuenta y esta noche pasará común y corriente; la segunda, te lo quito... pero recibirás un castigo.
—¿Castigo? —preguntó confundida.
—Si, Lucía, un dulce castigo, tu dime, ¿que eliges?
Por la mente de la mujer no pasaron muchas ideas de lo que sería ese castigo, en realidad ninguna; no creía que fuera algo raro, así que actuó como siempre, ya no por que le pareciera que él pensaba de mas, sino por molestarlo.
—El anillo se quedara en su lugar, no quiero que se me olvide después, imagínate, si que me metería en problemas con mi abuelo por perderlo.
—Tu lo has decidido —habló Marco, con un tono de gusto, al parecer anhelaba que ella elegiera ese camino.
La tomó y la alzó acomodandola sobre su hombro y se dirigió a su habitación. Al entrar cerró la puerta y dejó a la muchacha sobre la cama, se acomodó de tal manera que no pudiera levantarse. Por fin usaría uno de sus nuevos juguetitos, no eran su pasión, con Lucía podía obtener más de lo que quería, pero tampoco podía negar que de vez en cuando las novedades eran buenas y exitantes.
Después de darle uno que otro beso se levantó y dejó a la mujer en la cama, su cabello ya empezaba a despeinarse. Se acercó a una clase de escritorio que tenía allí, y tomando una copa de cristal se sirvió un poco de licor.
–Ya te quitaré ese anillo, solo espera —le dijo viéndola seductoramente. —que bueno que mañana es domingo —susurró con una risa al final.
Dejó la copa a un lado y dándole una vista a Lucía, sacó de uno de los cajones un forro de cuero más o menos grande, le dio una sonrisa burlona a la mujer y se acercó a ella.
—¿Que vas a hacer? —le preguntó confundida.
—Ya lo sabrás.
Se quitó habilmente los zapatos y el saco, y con el estuche en la mano se acomodó sobre ella inhabilitando sus movimientos.
—¿Te he dicho que tengo ciertas aficiones? —le susurró cerca a su oido.
—¿Como? De que hablas? —le preguntó ella con menos valor que antes.
ESTÁS LEYENDO
ADN Lazos de sangre
RomanceLucía Lombardo Montes, la bastarda de la familia Lombardo, hermosa e inteligente, con una sola cosa en mente, sobrevivir en el mundo más peligroso que podía conocer, la mafia. Marco Olivieri, el segundo hijo de la familia Olivieri, un hombre frío qu...