Cap 42. Indesicion.

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                                                                                                                                    —Entonces, déjame repasar. Se supone que te vas con Marco, de viaje, a la playa, y yo tengo que cubrirte con tu familia: Los Lombardo y los Campbell. ¿Si? —habló Xin.

—Si. Serán máximo dos días.

—Bien. Se supone que estamos de viaje. ¿Pero donde? En Japón.

—No lo se —dudó Lucía—. Creo que el lugar al final no importa, lo que importa es el motivo.

—¿Que motivo tienes en mente?

—¿Que voy como tu asistente? No sé, algo así.

—Bien, diremos que ya que eres una persona de confianza para mí, me acompañaras como asistente en una reunión de trabajo. ¿Te parece?

—Si. Me parece bien.

—Listo. Bueno, apurate. Se supone que nadie debe saber que te vas, no hasta que estemos lejos.

—Si, ya va.

Minutos después ambas iban en un auto a las afueras de la ciudad.

—¿Donde te dejo? —preguntó Daichi, que iba al volante.

—Ahí —Lucía sañalo una camioneta negra que estaba estacionada en una orilla.

—Bien.

El muchacho estaciono unos metros antes de llegar donde estaba la camioneta. Se bajó y sacó una maleta de viaje pequeña del baúl del auto.

—Cuidate —hablo Xin—. Quiero verte el siguiente fin de semana en mi apartamento, sana y salva. Nos tomaremos unas copas y hablaremos de cualquier cosa, incluso le buscaremos un mujer a Daichi. —bromeó la muchacha, quitando la tensión del momento.

—Tenlo por seguro.

—Anda, que te dejan. —habló Daichi, señalando la camioneta, que ya había prendido el motor.

Lucía dejó las despedidas y tomó su maleta. Caminó decidida. Quince días, después de una agotadora noche, aceptó no ir a la reunión con Marco. Lo acompañaría al lugar, pero no iría a la reunión.

—Gracias Valentino. —le pasó la maleta al hombre que acababa de salir del interior de la camioneta—. Marco...

—Es esta en la pista de despegue esperándonos. —le comunicó, antes de que preguntara.

Quince minutos después, Lucía pudo ver la gran pista de aterrizaje. Era exclusiva de los Olivieri, así que no habian riesgos.

Marco divisó la camioneta llegando, soltó una sonrisa y espero que llegara. Minutos después vio como de esta salía Lucía. Se acercó a ella y corto el saludo que le iba a dar con un beso.

—Buenos días —lo saludó ella, después del apasionado beso.

—Un beso me demuestra mas. Como siempre está preciosa. ¿Vamos?

—Vamos. Esta noche hay que celebrar.

—Celebraremos a lo grande —concordo él—. ¿Que tal tu vida de casada?

—¿Tu que crees? —rodó los ojos y subió la escalerilla para entrar en la avioneta.

—Horrorosa —respondió Marco, siguiendola dentro—. Si no, no tendrías que venir a mi.

—Muy confiado, señor Olivieri. Debe tener cuidado con eso.

—Mis motivos para estar confiado, son más que válidos. ¿O me equivoco?

ADN Lazos de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora