Capítulo Veintiuno.

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En su mente aún conservaba con frescura el calor de las manos de Joseph al repartir suaves caricias en la sensible piel de sus muslos. La había besado hasta que ninguno de los dos pudo soportar la falta de aire, e incluso después había logrado seguir haciéndola sentir sofocada. No pudo evitar mostrarse consternada al pensar que si Bonn no hubiera llegado, le habría permitido hacer cualquier cosa, era demasiado sencillo perderse en su encanto. Tenía un aura tan hipnótica que lograba hacerla bajar todas sus defensas, era como si una simple mirada fuera suficiente para tenerla a sus pies y, desgraciadamente, así era.

Había besado sus mejillas, su cuello, su garganta, su pecho. ¡Cielos! lo sintió por todas partes, incluso recordó como bajó impacientemente una de las mangas de su vestido para seguir besando más de su piel oculta. Se sintió sublevada por las emociones tan tormentosas y agradables que la atraparon en aquel momento, fue como un embrujo, no sabía que podía llegar a sentirse tan viva únicamente por besar a alguien. Pero con Joseph todo estaba siendo demasiado intenso, demasiado veloz. Como un sueño placentero que no quería que terminara.

Sintió el aire abandonar sus pulmones cuando las manos de él lograron traspasar la barrera de las prendas interiores, logrando extender sus caricias hasta la cara interna de sus muslos y justo cuándo pensó que la tocaría en aquél lugar que comenzaba a sentir ansioso, fueron interrumpidos.

Ella cerró los ojos frustrada y él maldijo abiertamente mientras recargaba su frente sobre su errático pecho. Él realmente parecía abatido cuando Debonnie pidió que abriera la puerta, ella se había olvidado por completo en donde estaban.

Sin embargo, no debía olvidar que las cosas seguían ocurriendo sobre arenas movedizas. Lo que pasó seguía siendo un error, un error que había disfrutado y pedido, pero corría el riesgo de acabar aún más destruida si no tenía cuidado con los pasos que diera.

Él la beso fervientemente una última vez, asegurándose de demostrarle lo enfebrecido que se sentía. De igual manera, Florence buscó obtener un poco de consuelo con aquél último contacto. Los ojos felinos de Joseph la admiraron unos segundos, como si de alguna forma estuviera disfrutando verla y le dedicó una sonrisa que la desarmó. Segundos después, salía apresurado por una de las ventanas de la habitación dejándola a merced de las preguntas de su hermana.

Y vaya que fue mortalmente bochornoso.

Sentía un cosquilleo incesante en los labios, las piernas débiles y la vista borrosa, pero aún así se acercó a quitar el segurillo a las puertas y abrirlas para Debonnie.

Intentó disimular, pero se dio una idea muy clara de cómo lucia y en ese instante deseó no haberse dejado llevar tanto. Bonn no era tonta y aunque estuvo de acuerdo con las patéticas explicaciones que le dio, Florence fue capaz de observar una pizca de suspicacia e incredulidad ante sus palabras. Únicamente fue lo suficientemente educada para no decir nada.

Puede que la pintora fuera un alma libre pero algo le decía que era un libro mucho más profundo por leer. Su atractiva portada, era únicamente su inusual personalidad.

—¿Vamos a entrar aquí?—Astrid señaló la tienda de antigüedades.

Florence parpadeó, visiblemente pérdida puesto que durante todo el trayecto había estado soñando despierta. ¿A que habían venido?, ¡Claro Davina!

Con todo lo que pasó con Joseph le era difícil concentrarse y no pensar en él. Debía admitir que era un poco vergonzoso, sobretodo porque era la persona más transparente de toda su familia y los demás se daban cuenta rápidamente de sus intenciones o consternaciones.

Miró la fachada de la tienda de antigüedades a la que había asistido poco menos de un mes. Recordó que había prometido volver por información con el chico que la atendió aquel día; Archie si no recordaba mal su nombre. Infló las mejillas al recordar que no le había dado aún su regalo a Joseph, pero con todo el lío de su accidente había estado más preocupada por su salud que por algo tan banal como un obsequio de cumpleaños.

Salvar un corazón W2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora