Capítulo Veintiséis.

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Según el plan de la señorita Lilian Kingsley, Joseph y ella tendrían el fin de semana completos en la campiña de su propiedad en Somerset. Su padre estaba por emprender un viaje hasta el castillo de Windsor para reunirse con otros importantes miembros del ejército real de su majestad. Su padre siempre le daba libertad de volver a su residencia de campo cuando él estaba fuera, pues consideraba Baltimore House—la casa de campo—un lugar mucho más tranquilo y menos peligroso para la reputación de su alocada hija. Eso sí, tenía que llevar a esa nana suya pegada las veinticuatro horas del día.

Lilian no había revelado detalle alguno de porque había necesitado recurrir precisamente a Joseph para fungir un plan de este calibre. Solo había dejado en claro que el baile anual del barón de Cummings era algo parecido como un respiro para los jóvenes enamorados que asistían, puesto que el encantador Lord Cummings realizaba la velada con el firme propósito de ayudar a tantas parejas a concretar una noche mágica. Con tan vívida y hermosa descripción del evento, a Florence no le había hecho ni un poco de gracia que Joseph estuviera ahí para acompañarla. Si era de parejas que buscaban un momento a solas para profesarse amor ¿Para qué llevar a Joseph?

Lilian le había recalcado una y otra vez que no estaba interesada en él. Florence le creía, no veía un genuino interés o si quiera emoción por el hecho de que él fuera su acompañante, pero desgraciadamente su padre tenía entre ceja y ceja el deseo de convertirla en la próxima señora Gallagher, aspirante a duquesa de Rutland. Lilian le confesó que no deseaba unirse a la aristocracia, ni por una boda con Joseph, ni con ningún otro. No le apetecía llenarse de responsabilidades sociales frívolas e innecesarias. Ella aspiraba una vida tranquila y pacífica junto a un hombre que la amara de verdad, no le importaba la riqueza.

Por un momento sus ojos se nublaron de llanto y entre lágrimas le confesó que esa había sido la última promesa que le hizo a su hermana Odette. Buscar el amor sin importar dónde fuera.

Florence la había abrazado y en silencio lamentó mucho la suerte de la chica. Aunque ella estaba en una situación bastante parecida.

El día de la visita del plan había sido el sábado por la mañana, lo que significaba que la visitó diariamente como invitada regular para hacer oficial una evidente amistad ante los ojos del señor Kingsley y delante de su hermano Benjamin. De esa forma el plan sería visto de manera más natural. Tampoco fue una tortura visitarla a diario, descubrió que, a pesar de lo parlanchina que era, Lilian era una joven muy dulce y simpática. Le confesó haberle mentido a Joseph con su edad la primera vez que lo presentaron ante ella.

Era verdad, ambas se habían reído e incluso hecho bromas al respecto. El señor Kingsley parecía complacido con la reciente amistad de su hija. Por supuesto, la hermana de un marqués, una Whitemore y posible futura condesa, aunque eso último estaba por terminar; únicamente si todo salía de acuerdo con sus planes.

Cuando le contó a Joseph que Lilian en realidad tenía diecinueve años, él sólo sonrió divertido y explicó que ya le había parecido raro pues realmente parecía más joven.

Hoy sería el día en el que mataría dos pájaros de un tiro. Había escrito a Liam correspondencia, había intentado ser lo más neutral posible dado que después de la charla con Gabrielle, decidió por fin tomar el valor de terminar ese compromiso. No pensaba hacerlo mediante correspondencia, eso sería cruel, infantil y de mal gusto, pero sabía que tenía que hacer algo pronto para que Liam tuviera tiempo de encontrar una esposa. Si sus cálculos no fallaban, sólo tenía hasta el último día de noviembre para casarse.

Además, un punto que tenía a su favor era que la gente estaba empezando a dejar de tema, no había necesidad de una boda. Ella no amaba a lord Derby, él no la amaba a ella. Liam parecía el tipo de hombre que merecía ser amado. No quería arrebatarle eso con sus traiciones y sus falsas esperanzas. No sabía por qué, pero tenía el presentimiento que aun cuando él le dijo que nunca se había enamorado, él anhelaba hacerlo. Era por eso que tenía que hablar con él.

Salvar un corazón W2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora