Capítulo Treinta Y Ocho.

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Había perdido la cuenta del tiempo que pasó en estado de sopor, Benjamin habló con la duquesa y fue completamente transparente sobre la situación con su esposo y con su hijo. El hecho de que ambos estaban al borde de la muerte ya era una noticia que todos en Aberdeen conocían. Con Laura fue complicado encontrar una forma de no alterarla.

Los Gallagher no eran sus familiares directos, ella era sobrina de Grace Gallagher, la duquesa de Rutland, pero al morir sus padres, quedó bajo la tutela de su tía. La criaron como a una más.

A Florence le partió el corazón escuchar los gritos desesperados y lágrimas de Grace Gallagher. Robert había intentado comunicárselo con todo el tacto posible, pero ese tipo de noticias no tenían un lado blando por más que se les buscase. La duquesa había exigido que la llevaran inmediatamente a Humbletown. Benjamin no puso oposición a ninguno de sus pedidos y esa misma madrugada la llevaron.

La rubia le rogó permitirle irse con la duquesa, pero su hermano negó en rotundo su petición alegando que no era momento para presentarse. El derecho de estar con ellos en primera instancia era de la familia... y Florence no lo era. Su madre no acompañó a su amiga, ella pensaba que no lo notaban, pero últimamente parecía moverse más despacio, cualquier movimiento la agitaba y sufría constantes jaquecas. Benjamin la había obligado a quedarse por igual.

Laura tampoco pudo ir a pesar de sus constantes reclamos a su esposo, pero en cuanto llegaron del viaje, un médico la revisó y le prohibió viajar al menos por un par de semanas.

Entendía su frustración e impotencia ante la injusticia de querer estar cerca de los que amaba, ella misma deseaba pasar por encima de la autoridad de Benjamin e ir directamente a lado de Joseph.
En toda la noche no durmió esperando noticias, esperando que hubieran podido lograrlo.

Estaba sentada en la ventana de uno de los pasillos; no era correcto ni decente estar en tal posición, pero en ese momento le importaba un bledo. El pasillo tenía un ventanal gigantesco que mostraba de frente lo largo de la entrada y sus alrededores. De esa forma estaría atenta s cualquier jinete que llegara con noticias.

A sus espaldas, escuchó el sonido de unas pisadas acercándose. No bastó para hacerla cambiar de posición, estaba determinada a no perder de vista la entrada.
Después, el característico perfume a jazmín de Gabrielle hizo acto de presencia y supo qué quien estaba detrás suyo era su hermana. El susurro de su vestido fue silencioso y en pocos segundos, estaba sentada en la misma posición junto a ella en el suelo.

Miró su vientre, un tierno bulto apenas visible y sonrió con tristeza.

—Laura está más calmada, la dejé durmiendo.

—Puedo imaginarme su desesperación.

—Robert trajo a Jason, su hijo logró hacerle ver que tiene que pensar primero en su salud.

Florence simplemente asintió y se abrazó a sí misma. Gabrielle estiró una mano y la colocó en su muslo.

—Él va a estar bien, ambos lo estarán.

—Tú no sabes eso —dijo con la voz al borde del llanto.

—No, tienes razón, no lo sé —Gabrielle la hizo mirarla—, pero si sé que ambos son hombres de voluntades fuertes. Dejarse vencer no es una opción para ellos.

—Joseph es más sensible de lo que todos creen. Hay demasiado dolor en él, su comportamiento no es más que una armadura para protegerse del daño.

—Mm, me parece bastante adecuado. Todos necesitamos escudarnos en nuestro dolor por algún tiempo antes de tomar medidas de contraataque.

Florence la miró, Gabrielle, que ya tenía la mirada sobre ella, le dedicó una sonrisa alentadora.

—Él va a contraatacar, Florence —Acarició su cabello—. Es el momento perfecto de hacerlo.

Salvar un corazón W2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora