Treinta Y Cuatro.

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Blandió su abanico lentamente, más para tener algo que hacer que por tener calor, en realidad la noche estaba algo fresca. Estaban en casa de un tal Vincent Crane, era una reunión muy íntima con algunos de los amigos y colegas de estudio de la Universidad de Liam. Ese era un momento bastante indicado para asistir con él y ser presentada como su prometida frente a la gente que lo conocía y respetada.

Benjamin los había acompañado, pero se había alejado con pronto como habían llegado, incluso Liam después de estar un rato con ella, prefirió irse a conversar con varios de sus conocidos.

No estaba orgullosa de su comportamiento, ella sabía bien que el pobre no tenía la culpa de lo que estaba sucediendo y mucho menos de que su hermano no le permitiera romper el compromiso, pero no podía sonreír y fingir una felicidad que no sentía. Si no fuera por Astrid, ella ni se hubiera esforzado en verse bien para asistir a la pequeña reunión. Incluso Astrid se había preocupado por ponerle el colgante de la perla que Liam le había obsequiado.

Florence se había quedado viendo aquella simple joya durante mucho tiempo en el reflejo del espejo, el símbolo de su amistad. Esa fue la única razón por la que terminó de alistarse y bajar con su hermano, le avergonzó portar algo que había decidido aceptar de buena fe.

Desde que llegaron a Londres, fue su hermano el encargado de hacer y deshacer sobre su boda. A ella no le interesaba ser parte de ello, a veces Isabella y Anastasia intentaban acercarse para animarla a que sr involucrara en los planes, pero prefería pasarse los días en su habitación contemplando en reloj que Joseph le había dado hace diez días, cuando lo vio por última vez. Era lo único que le recortaba en esos momentos donde sentía que se hundiría en la tristeza.

Había varios grupos de personas, en realidad no era una gran fiesta. Todo era reducido, íntimo, así que pudo ver con claridad que la mayoría de los invitados eran eruditos o estudiosos. Buscó con la mirada a Liam y lo e encontró conversando animadamente con otros dos hombres, él sonrió ante el comentario de uno de ellos, develando una preciosa sonrisa. Desgraciadamente ocurría que cada cosa que él hacía, terminaba comparándola.

Liam no tenía hoyuelos al sonreír. Los ojos de Liam no eran verdes ni brillaban al tras haber dicho algo insinuante. Liam no tenía el cabello desordenado y rebelde. Y sabía con certeza que los besos de Liam no lograrían hacerla arder como los de Joseph. Liam no era él, jamás lo sería.

El aludido la miró e hizo un gesto a sus amigos para comenzar a acercarse a ella. Florence bajó el abanico y colocó las manos delante de ella mientras esperaba a por él.

Desde que volvieron a verse, él seguía comportándose de la misma manera atenta y caballerosa, pero también ella sintió que algo había cambiado en esos meses. La última vez que se vieron, el conde aún mantenía un aire de positivismo bastante marcado, incluso era fácil que alguien no se contagiara con él. No obstante, ahora mostraba un semblante más serio y abatido, como si cada segundo estuviera pensando en millones de cosas y ninguna tuviera solución.

Quizá eran ideas suyas, pero Liam también parecía haber cambiado durante el verano.

—¿Estás cómoda? Puedo decirle a tu hermano que nos vayamos.

Florence negó, éste era un momento suyo. No iba a arrebatarselo.

—Claro que no, recién llegamos.

—Pareces cansada.

—Solo estoy un poco perdida, no conozco a nadie aquí y la mayoría son hombres.

—¿Te presento con la esposa de alguno de ellos?

La joven miró a su alrededor, algunas mujeres conversaban en voz baja y en orden. Parecían mujeres impotentes, intelectuales, cultivadas. De pronto ella se sintió un poquito fuera de lugar.

Salvar un corazón W2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora