Capítulo Catorce.

2.6K 235 27
                                    


Frente a ella estaba el tablero de ajedrez más hermoso que cualquiera pudiera haber visto en su vida. Prudence le había pedido jugar con ella durante el almuerzo y Lord Rutland al escuchar aquello, se mostró solícito a compartir su magnífico colección. No era que a Florence le gustara mucho el juego, Dios sabía que se debía tener una paciencia inmensa para poder llegar al final de una partida contra Pru o en el peor de los casos, contra Benjamin.

Ana definitivamente desestimaba la idea declarando abiertamente que le parecía el juego más aburrido de la vida. Incluso en un momento de desfachatez le pidió a su hermano que la entrenara para jugar al poker. Benjamin, por su puesto se negó al principio, pero como con todo lo que conllevaba a Anastasia, terminó cediendo. Florence ya había supuesto desde hace mucho tiempo esa especie de conexión que tenían él y Ana. No es que fuera más cariñoso o le diera preferencias, pero había pequeños detalles que dejaban en evidencia que a pesar de todo Anastasia era su debilidad.

Incluso si Gabrielle era su favorita.

Lo que conducía al siguiente punto. Ella rechazaba por completo la idea de que como había dicho su madre, Benjamin pensara en enviarla lejos a una escuela de modales. Seguramente la idea era de su madre y necesitaba tenerla de su lado para que cuando propusiera la idea, él no se negara. Anastasia es y sería un dolor de cabeza para su hermano, tanto familiar como socialmente, pero no iba a enviarla lejos bajo ninguna circunstancia a no ser que fuera para protegerla.

Cuando regresó de vuelta al presente. Se dijo a si misma que incluso con todo lo malo, separarse de su familia sería un verdadero dolor.

Prudence, como la aplicada y concentrada jugadora que era. Movió su rey de modo que terminó comiéndose a tres de sus piezas. El juego debió haber terminado desde hace tiempo. Florence comprendía que su pequeña hermanita trataba de hacer movimientos distractores para alargar la jugada, porque, no había manera en la que estuviera durando tanto tiempo contra ella. Florence era malísima en el ajedrez.

Registró la sala en busca de ayuda pues no sabía cuál sería su próximo movimiento.

Observó al antiguo objeto de sus pensamientos leyendo un pesado volumen de un autor naturalista sobre uno de los cómodos sillones otomanos. Notó que eran cómodos pues Anastasia tenía una de sus piernas estirada y la otra la mecía suavemente sobre el suelo. Si su madre la viera, le daría un infarto por la posición tan poco propia que mostraba. Cielos, ella realmente no quería que se fuera, pero su hermana lo ponía muy difícil.

Regresó su atención al tablero y suspiró sabiendo que perdería por sexta ocasión. Nevaría en agosto antes de que alguien pudiera ganarle en una partida de ajedrez a Prudence Whitemore.

—No sé cuál mover—admitió derrotada.

Prudence la contempló un segundo antes de señalarle educadamente su rey.

—Un movimiento tuyo hará jaque mate—dijo con lentitud, como si le explicara a una niña.

Volvió a ver sus piezas, miró su dama y su alifil y torres restantes, después el rey que Pru recién había movido cerca de sus dominios. Frunció el ceño preocupada, no entendía muy bien que hacer. Si supuestamente de un solo movimiento podía ganar, significaba que debía mover algo ¿pero qué?

—Pru no entiendo—su hermana realizó una mueca de impaciencia—. Tú sabías a que te enfrentabas cuando me pediste jugar.

—Si, había olvidado lo mala que eras.

—¡Oye!

—Intentó que te des cuenta sola.

—Es que es todo tan... ¡Agh!—gruñó molesta.

Salvar un corazón W2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora