Habían pasado dos terribles y agónicas semanas en las que su hermano no le había dirigido la palabra, ni si quiera se dignaba a mirarla, era como si para él ya no existiese más. Su madre, quién rápidamente notó el distanciamiento de él, quiso interceder para averiguar lo que pasaba, pero Benjamin de alguna forma u otra siempre conseguía darle la vuelta a la situación y deslindarse de tener que enfrentarla.
Hizo todo lo que pudo para hablar con él, pero simplemente no conseguía que entendiera la situación. La odiaba, se había decepcionando de ella y ahora tenía que lidiar con su desprecio.Le lastimaba más de lo que imagino perder el amor y la unión con su hermano, quizá no fue siempre un hombre amoroso, pero sabía demostrarlo a su manera y ahora había perdido hasta sus atenciones.
Anastasia había intentado hablar con él para mediar entre ambos también, no tenía ni idea de la magnitud del problema pero confiaba en poder hacer algo. Desde la partida de Gabrielle, Benjamin y Ana se habían vuelto cercanos, quizá también pesaba el hecho de que su hermana y su cuñada eran muy buenas amigas.Florence se sentía fuera de lugar. Como una intrusa en su propia casa. Prudence y su madre siempre estaban juntas, y ahora ella ya no tenía a nadie. Se sentía tan sola, tan obsoleta, sin ningún valor.
Tenía que hablar con alguien, tenía tanto atrapado dentro de su pecho que sentía que en cualquier momento estallaría si no drenaba todo su dolor. Apretó la tela de la falda en su vestido al sentir como se le generaba el característico nudo el la garganta. No quería llorar aquí, su hermano se molestaba más cuando la escuchaba llorar, no quería seguir alejadondolo.
La puerta de su habitación se abrió suavemente y su sonriente doncella entró con un jarra de agua y lienzos limpios en su mano. Al verla ya levantada su sonrisa desapareció.
—Dígame que recién se acaba de despertar, mi lady—pidió con tristeza.
Intentó darle una sonrisa, pero la compasión en el rostro de la chica le dio a entender que no lo había logrado ni un poco.
—Estaría mintiendo si lo hiciera.
—¿Nuevamente no durmió en toda la noche?—preguntó, dejando la indumentaria en la mesa junto a su cama.
—No pude.
—Quizá si hablara con su madre sobre lo que pasó, se quitaría un peso de encima.
—No podría, se le rompería el corazón en mil pedazos al saberlo Astrid .
La doncella suspiró y tomó asiento en su cama. El puesto de su ayudante había cambiado relativamente poco cuando la antigua mujer que la servía pidió descanso debido a su estado de embarazo. Muchas señoritas de buena familia poseían hasta tres o cuatro doncellas oscilando a su alrededor, pero a Florence jamás le gustó tener tantas personas atendiendola, le parecía una exageración. Sus hermanas parecían pensar igual pues la única que si había tenido un par de ayudantes fue Gabrielle cuando se convirtió en duquesa.
Astrid fue como un cándido rayo de luz que llegó a su vida un par de semanas atrás. Era relativamente cercana a su edad, solo unos años mayor. No era en entrometida ni mucho menos indiscreta, pero siempre se comportaba de una manera amable más allá de lo aceptable dentro de su puesto. Demostraba verdadero interés, a Florence le gustaba suponer que aún cuando la joven conocía los límites entre ambas, sentía alguna especie de amistad naciente entre ellas.
Sus amigas de toda la vida no hacían más que intentar averiguar acerca de los detalles más escabrosos acerca de su familia. El matrimonio de Gabrielle con un americano de pasado dudoso, la unión de su hermano con Isabella tan sólo semanas antes de la misteriosa muerte de William Stanton, los rumores sobre la enfermedad de su madre, y ahora ella y su escandalosa relación con un calavera reconocido.
Comprendió ahí como eran en realidad las supuestas "damas" de la sociedad, no la querían a ella, no la apreciaban, buscaban la mejor manera de hundirla, en un mundo como éste solo así se imponía el poder, hundiendo a los demás.
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Salvar un corazón W2
Ficción históricaWHITEMORE 2 La señorita Florence Whitemore fue conocida por ser un diamante en bruto dentro la sociedad londinense. Debido a su personalidad alegre, vital y dotada de gracia, todos caían rendidos ante el encanto de su belleza e ingenuidad. Tanto era...