Ya no sentía la misma emoción de antes al sentarse en la sala y conversar con su familia. Su madre y sus hermanas reían justo frente ella mientras su mirada y sus pensamientos viajaban muy lejos de Aberdeen. Se pregunto que estaría haciendo él, le había prometido a Benjamin mantenerse alejada después de que descubriera su desgracia, y sabía en su corazón que no podría volver a amarlo después de haber roto su corazón de una forma tan catastrófica, pero no podía evitar preocuparse, no después de ver la expresión casi diabólica del rostro de su hermano, y esos ojos, juraba que la había lastimado tan solo con su mirada. Si su hermano hacia algo en contra de Norman, nada bueno podría resultar.
Se abrazó a sí misma cuando por una pequeña parte sin cubrir de la ventana vio un cuervo de pelaje tan negro como el carbón, el plumaje brillaba azul bajo los débiles rayos de sol que lograban asomarse por entre las oscuras nubes de lluvia. El ave giro su cabeza posando esos ojillos huecos y espeluznantes. Se sintió vigilada, por una parte, su color le maravillaba, pero no se sintió cómoda con la incertidumbre que le dejo tener la mirada del cuervo tan sufija en su persona.
El cuervo graznó batiendo sus alas, sin embargo, no dejo de verla. Un escalofrío le recorrido la columna y alejo la vista completamente aterrada por el macabro espectáculo que el animal le concedió. Como un mal augurio o una mala profecía, le dejo un sabor de boca amargo.
Se levanto de su asiento dejando sorprendidas a las damas por su rápido actuar y sin dar ninguna explicación salió de la sala del té. Ya no soportaba estar más tiempo en encerrada, no cuando su vida se había vuelto tan peligrosamente monótona. Tenía miedo salir a dar paseos o aceptar invitaciones a reuniones por la tarde, tenía pánico a que los demás supieran, a que juzgaran. ¿Lo sabrían? Ya había sentido una o dos miradas por encima de abanicos y copas señalándola.
Se detuvo bruscamente.
-¿Florence? ¿A dónde te diriges?-Pregunto Isabella siguiéndola.
-Necesito tomar aire fresco, pensar-respondió molesta por tenerla sobre sus talones.
-Dejaste a todas un poco desconcertadas-señaló cautelosa-. Solo queremos saber que todo esta en orden, tu madre quería venir, pero le dije que me permitiera hablar contigo antes. ¿Podría acompañarte?
-¿Lo haces solo por hacer un favor entonces?
-No. Claro que no, lo hago porque me preocupas.
-¿En serio? Es la primera vez que quieres mantener una conversación conmigo-soltó escéptica ante su propuesta.
-Bueno, quiero que eso cambie, tú también eres mi familia ahora.
Florence le sonrió ligeramente, aún un poco abrumada por ver que la seguía a través del pasillo hasta la puerta del servicio de los establos. Varios de los mozos las saludaron con un respetuoso asentimiento de sus cabezas mientras cruzaban el espacio hasta llegara la cuadrilla del caballo de la rubia. A ella no le molestaba en lo más mínimo el olor a la esencia salvaje de los animales, el heno, la madera húmeda de la lluvia y el lodo cubierto con restos de alimento, pero al mirar atrás la expresión taimada en los bonitos rasgos de la joven la divirtió. Compadeciéndose tomó la iniciativa de salir a dar un paseo para no obligarla a quedarse inhalando los hedores que claramente le molestaban, pero se esforzaba en ocultarlo. Llamó a uno de los trabajadores para que ensillaran a su precioso caballo español de color ceniza, un ejemplar que orgullosamente consiguió en las competencias en el palacio de Windsor.
-¿Quieres dar un paseo a caballo? -le invitó, resignada a su compañía.
La ligera impresión de alivio en los rasgos de su cuñada no pasó desapercibida.
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Salvar un corazón W2
Ficción históricaWHITEMORE 2 La señorita Florence Whitemore fue conocida por ser un diamante en bruto dentro la sociedad londinense. Debido a su personalidad alegre, vital y dotada de gracia, todos caían rendidos ante el encanto de su belleza e ingenuidad. Tanto era...