Cabalgó todo el camino a Somerset sin descanso y los resultados fueron llegar tremendamente agotado, adolorido y fastidiado del viaje. Debido a que supuestamente iba a Londres, solo tuvo oportunidad de llevar un solo cambio de ropa, el de etiqueta que usaría para la maldita fiesta. Se había instalado en una de las pequeñas habitaciones de renta en una hacienda, cerca de Baltimore House, por nada del mundo se quedaría en una posada. Esos lugares y él tenían una historia complicada.
Se dio un baño rápido en, la tina había visto mejores años, pero en ese momento cualquier lujo parecido al agua caliente era más que bienvenido, ¡Por Dios, se había bañado en ríos helados en el pasado! Caminó por la habitación, aun escurriendo del agua que descuidadamente había pasado por alto en las prisas. Aún era temprano, pero quería comprar algo para comer antes de tener que ir a llevar su ropa a lavar para mañana.
Él tendría que regresar antes que Florence, el domingo por la tarde para ser más precisos en cuanto al día. Maldita sea, deseaba verla ya, sobre todo después de que le anunció antes de partir que tenía una sorpresa. Si hacía todo este esmerado plan, era únicamente para poder estar con ella sin el temor de que cualquiera de las personas que vivían bajo su mismo techo los descubrieran.
Se recostó en la cama un segundo sin importarle humedecer la ropa del colchón, su cuerpo agradeció de inmediato el descansó y cerró los ojos con placer al notar como el dolor muscular se difuminaba de su mente un poco.
Pensó un poco en lo que realmente quería decirle; no tenía ni la más remota idea de cómo es que había terminado sintiendo algo tan intenso. Tres meses, tres benditos meses habían bastado para hacerlo descolocarse por completo. Joseph había llegado con la firme creencia de que cada día de su estadía en Inglaterra serían tortuosos, pero ni con todos sus ahorros le alcanzaría a pagar al destino por haberle permitido volver a verla.
Él habría jurado que, a esas alturas, Florence Whitemore ya estaría casada. De hecho, no se había detenido a pensar mucho en ella después de haber partido de la ciudad. Siempre mantuvo el pensamiento de que las personas que dejaba atrás estarían mejor sin él sus vidas, cometió demasiados errores como para que alguien realmente lamentara su ausencia.
Hubo ciertos aspectos de su vida que intentó no seguir teniendo presentes en su vida diaria. Después de que su consiguiera una oportunidad como becario para Katherine Pool, su tutora, se desvivió noches enteras estudiando para demostrar que podía ser el mejor en su campo. No olvidaba lo difícil que había sido trabajar en sus investigaciones mientras trabajaba para pagar la pequeña locación en la que residía.
De su padre no obtuvo ni un solo peso, pero en realidad le agradecía no haberse metido. De esa forma todos sus logros se sentían realmente suyos.
No supo si fue porque estaba muy cansado, pero se quedó dormido mientras divagaba acerca de sus sentimientos por Florence y su vida anterior a Humbletown. Lilian le había comentado que no había una hora específica para asistir a la velada, pero ya parecía bastante atardecido como para que fuera empezando a cambiarse de ropa.
—Espero que la maldita noche no sea un desastre —murmuró sin ganas de asistir.
Según la señorita Kingsley, su padre le tenía estrictamente prohibido asistir a ese baile si no iba acompañada de un pretendiente que él considerara digno de su hija. No entendía la necesidad de esta niña por asistir al evento, la verdad era que no fue demasiado clara acerca de sus motivaciones, sin embargo, Florence presentía que se trataba de un romance oculto a su padre.
Se cambió de vestimenta rápidamente y abandonó la habitación para llegar a los establos. Debido a la conveniente cercanía con Baltimore, hizo apenas unos diez minutos de camino en caballo antes de que llegara a las puertas de la impoluta mansión veraniega. Tocó las puertas, emocionado apenas por verla.
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Salvar un corazón W2
Ficción históricaWHITEMORE 2 La señorita Florence Whitemore fue conocida por ser un diamante en bruto dentro la sociedad londinense. Debido a su personalidad alegre, vital y dotada de gracia, todos caían rendidos ante el encanto de su belleza e ingenuidad. Tanto era...