Capítulo Veintinueve.

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Estimado Lord Derby.

Lamento mucho haber interrumpido nuestra comunicación por tan extenso período de tiempo, mi comportamiento ha sido reprobable para con usted y le ruego pueda excusarme por ello.

Verá que no he tenido días tan buenos como probablemente le hice creer anteriormente.
Me causa una pena enorme comunicarle que en realidad he estado bastante afligida con mis emociones, puesto que mis prioridades y deseosos han estado teniendo una batalla incesante en mi alma. He llegado a la conclusión de que ambos merecemos ser felices, mi lord, y es por eso que le escribo.

Probablemente ésta misiva será entregada a usted al momento en el que mi familia y yo regresemos a Londres. Por eso le pido que nos reunamos en Aberdeen dentro de diez días para tratar un tema importante sobre nuestro compromiso.

No será necesario que responda, prefiero resolver sus dudas y confusiones con mi propia voz.

Con mucho afecto,
Florence Whitemore.

La rubia leyó una y otra vez las palabras escritas en aquella carta. A su alrededor había aproximadamente unas ocho bolas de papel arrugadas en dónde había escrito respuestas que no terminaban de convencerla del todo. Cerró el frasco de tinta y limpió la punta de la pluma con un pequeño pañuelo que tenía junto a la libreta que usaba como apoyo. ¿Serían las palabras adecuadas? ¿Estaría bien al querer comunicarle acerca del compromiso roto en persona?

Una cosa que pensó es que probablemente debería haberlo hecho de una vez por correspondencia para darle más tiempo de buscar una esposa que suplantara su lugar, pero le parecía de muy mal justo terminar su relación por carta. Además, tenía que entregarle el anillo de compromiso y la preciosa cadena de la perla. Liam había sido demasiado generoso y sentía una profunda vergüenza por tener que decepcionarlo. Incluso cuando no había sentimientos románticos involucrados, si había bastante conexión amistosa entre ellos.

Dejó la pluma sobre el pequeño escritorio y de dio la vuelta para observar a Astrid que remendaba un pequeño lazo de uno de sus vestidos. Aquella mañana estaba portando su uniforme completo con cofia incluida, ésto debido a que la señora Hargreaves era muy estricta con el código de vestimenta de los empleados, pero Florence sabía cuanto odiaba su doncella usar aquél espantoso trozo de tela sobre la cabeza.

—¿Crees que hice mal al involucrarme con Joseph? —preguntó con una sensación de culpa sobre su estómago.

La castaña detuvo la aguja en el aire y la miró tranquilamente.

—No creo eso —respondió con simpleza y retomó la tarea de remendar.

—Me enamoré de él...

—Es muy evidente.

—Anoche me dijo que me amaba —Evocó aquél mágico momento y sonrió—, Astrid pude sentir como mi corazón latía con rapidez en cuanto lo escuché decir esas palabras.

—Me siento muy feliz de que por fin haya abierto su corazón, Florence, tú sabes cuanto deseo tu felicidad —la doncella hizo un nudo y bajó su trabajo—. Después de lo que sucedió... entre ustedes, imagino que te pidió matrimonio.

—Pues no lo dijo como tal —murmuró ella, recordando sus palabras—, pero si dijo que quería que fuera suya y que quería despertar y verme a su lado e ir a dormir sabiendo que estaba junto a él.

Salvar un corazón W2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora