Capítulo 2: Rencuentro.

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Luz.

¿Qué pasa si un día despiertas y te das cuenta que no has hecho nada con tu vida? ¿Algo malo? ¿Algo bueno? ¿Cúal era tu propósito en realidad? ¿Qué te impidió llegar a dónde querías?

Despierto temprano y con una buena taza de café organizo la pequeña cabaña, me ducho y recojo mis tareas, salgo vestida y Ashley está frente a la estufa haciendo su desayuno.

—Buenos días ¿Nos vamos juntas? —pregunta.

—Buenos días, respondiendo a tu pregunta, no... Aún debo completar un informe —Me excuso.

—¿Estás bien? Estás rara.

—Sí, es solo que desperté ansiosa. ¿Podrías crear otro collar? El otro se rompió anoche —pido mientras, saco los lápices dejándolos sobre la mesa.

—Claro... ¿Volverás a cruzar el muro?

—Sí, hasta que no se extingan, no voy a dejarlos en paz.

Elevo los hombros restándole importancia y un rato más tarde ella se va.

Muevo los dedos nerviosa, no sé porque siento que algo está a punto de pasar; termino después de forzar mi mente a concentrarse y empiezo a recoger mis cosas...

El fragoroso sonido que viene de la puerta principal me hace saltar del susto en mi lugar, con lentitud abro mi mochila y saco una de las dagas. Me acerco por la corta sala de estar y abro la puerta lista para atacar, cuando la bola de pelos suelta un chillido.

—¡Shu! ¡Shu! — «Malditas ardillas».

(...)

El día fue más aburrido de lo que esperé y aveces deseo volver a la academia. Ashley fue a casa de su abuela, por lo que también terminé regresando sola.

El bosque está oscuro y solitario, pero de hecho no me da miedo, me causa tranquilidad.

Tarareo una canción mientras mis manos tocan cada árbol por inercia.

—And I was runnin' far away. Would I run off the world someday? Nobody knows. Nobody knows, and. I was dancing in the rain. I felt alive, and I can't complain...

Me detengo al ver las luces de la cabaña encendida, la puerta está abierta y puedo discernir siluetas dentro de esta.

El aullido que se oye a unos 15 metros me deja fría. Me duelvo a tropezones y meto mi mochila en un árbol hueco, no sin antes sacar la peluca y las dagas.

Decido quedarme para ver que buscan, por lo que trepo un árbol... «Se ha hecho más fácil de lo que creí».

Desde la altura los observo mejor, mi cara pierde color con la cantidad de hombres que se toma el bosque... Maldición, nunca me he puesto tan nerviosa, ni siquiera cuando los vampiros cerraron su territorio conmigo dentro de él, tardé dos días huyendo entre callejones. «Los lobos son otra cosa».

Bien, Luz. Piensa rápido.

Tengo que bajar de aquí y cruzar el muro, ahí no me van a ir a buscar. «¡Maldición! los vampiros también me buscan».

Empiezo a bajar teniendo claro que aquí no voy a quedarme y, luego, me las arreglo.

—¡Alfa, ahí! —El grito me alerta y doy un salto desde muy alto, para empezar a correr.

«Dios, no, no, por favor no...»

—¡Deténgase! —Su voz hace que mis piernas pierdan fuerza.

Sigo intentando correr, pero de la nada las ganas de llorar me atormentan y sin querer caigo de rodillas en el suelo.

Entre las garras del alfa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora