Capítulo 31: Nuevo modo.

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Luz.

3 años después.

No lograba entender cómo la gente era capaz de superar las cosas malas que le pasaban en la vida, yo lo intentaba, pero no podía... Sin embargo, por navidad y mi hija podía hacer un esfuerzo de olvidarlas.

Anoche la casa lucía normal, cuando mi hija se fue a dormir empecé mi trabajo de convertir todo en un auténtico mundo mágico navideño. No he dormido nada, pero quiero que cuando despierte todo esté listo.

Termino de poner sus regalos en sitios clave, quiero ayudarla a buscarlos más tarde; recojo todas las decoraciones que no use y me aseguro de que todas las luces estén encendidas al igual que los juguetes navideños, la música suena en todos los pasillos y el aroma que desprenden las velas es de vainilla «perfecto, este año es mejor que el anterior».

Ya van a ser las 8 am, así que, me voy a su habitación.

Enciendo la luz y me acerco detallándola un rato antes de despertarla, «Qué bonita».

—Buenos días, princesa —murmuro cerca y me río cuando arruga su nariz.

—No puede ser ¿Ya amaneció? —se enoja con los ojos cerrados metiendo la cara en su almohada. No puedo evitar comparar su actitud con la de él, ya que eso y los ojos fue lo único que heredó.

«Solo tiene tres años y parece de 100» se despierta amargada y se ríe con poca gente.

—Buenos días, princesa —repito.

—Buenos días, mami —abre los ojos y suelto un respiro profundo —¿Dormiste bien?

—No, pero tengo una sorpresa para ti.

—Quiero verla —se sienta sonriente y el cabello castaño le rueda por toda la espalda.

—¿Qué te parece si primero te ayudo a asearte?

—¿Y mi nana?

—Me ayuda con tu sorpresa, yo te ayudo a asearte hoy.

—Pero quiero desayunar antes de asearme —se deja caer haciendo drama —o voy a desmayarme.

—¡Si sales verás mi sorpresa! —me hago la ofendida y apenas me acuesto a su lado sale corriendo en dirección a la puerta.

—¡Primero el desayuno!

Con esfuerzo y rapidez abre la puerta y emprende la huida.

—¡Ayla Adler, regresa ahora!

Corro tras ella y la encuentro observando con fascinación los árboles que hay en el vestíbulo.

—¡Santa vino, mamá!

—¡Ay! Ayla, ya viste la sorpresa —la cargo y vuelvo a llevármela a su habitación. «No quiero que vea el resto aún».

—Necesito ir a ver todo, seguro santa me dejó regalos como el otro día.

Cuando dice el otro día se refiere al año pasado.

—Después de bañarte —ruego a Dios que me escuche, ya que suele ser muy terca.

—Pero mamá, esta vez le pedí algo muy importante.

—Seguro que lo que trajo también te va a gustar.

—¡Mamá, por favor!

—Princesa, sé que quieres ir —La meto al baño después de tomar su toalla del closet —Y será después de bañarte, lo prometo.

Pone ojos tristes y le lleno la cara de besos hasta que vuelve a sonreír.

Trato de hacerlo rápido, ya que está muy desesperada, la ayudo a elegir ropa abrigada que ella misma intenta ponerse y juntas bajamos; antes de ir a desayunar me hace darle un recorrido por toda la casa y evito que vea las pistas de sus regalos llevándola a la cocina.

Entre las garras del alfa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora