Capítulo 26: Hilo de vida.

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Luz.

Ya tengo el primer mes de embarazo, no sé en qué momento mi abdomen creció así, tampoco sé cuándo empecé a comer, dormir y ver televisión todo el día.

Aidan ya no tiene paternidad intensa, al menos ya no se presenta físicamente.

Mi embarazo ya no se puede esconder y cada vez que visito el pueblo lo odio un poco más, soy tratada como siempre pero, ahora ellos me han agregado una discapacidad. Si aquí no me dejan hacer nada, creo que en la calle las personas quieren cargarme para que no camine. «Qué molestía».

Aidan ha estado muy ocupado todos estos días en el trabajo y su manada, así que la mayoría del tiempo no como porque no me gusta hacerlo sola.

Pero, para no dejar de seguir las instrucciones de Deylin como unos helados de chocolate que traén la base hecha de vitaminas.

Ya es de noche y recibo un mensaje de mi alfa que me avisa que llegará tarde, casi una hora después bajo a la cocina y ya todas están recogiendo para irse a dormir, tomo mi helado del refrigerador y salgo al jardín a comer.

Las luces alumbran la piscina, la brisa nocturna me congela la nariz y miro la oscuridad que se traga el bosque a lo lejos.

Lo que estoy comiendo hace que me encoja del frío sobre una de las tumbonas pero, la noche es tan linda que no me atrevo a entrar. «El helado tiene un sabor extraño» Podría revisar su fecha de caducidad pero, entonces tendría que dejarlo y la verdad raro o no, el sabor sigue siendo increíble.

De la nada siento la leve sensación de que alguien me observa, me pongo de pie y detallo todo a mi alrededor. «Tal vez es una psicosis mía»... Pienso que podría ser Aidan y la cara horrenda de la bruja viene a mi mente, por eso meto los pies en mis pantuflas para volver adentro.

Mientras camino siento que alguien lo hace detrás de mí, me giro y todo pasa muy rápido. Esos ojos grises llorosos e hinchados, llenos de furia; el bate en sus manos.

Me golpeó justo en la cara y caí al suelo en cuestión de segundos, no podía llorar y el sabor a metal me inundó el paladar. Como pude envolví mi abdomen deseando que nada le pasara.

El siguiente golpe lo sentí en la espalda baja y me retorcí de dolor soltando leves quejidos. «Diosa ayúdame».

Volvió a golpear en el mismo lugar y ya sabía que si alguien no la detenía moriría aquí y ahora, con mi bebé dentro, moriría en manos de una loca que solo estaba celosa; rogaba a la Luna que Aidan pudiera sentir todo esto y apareciera rápido.

Yo no era débil y lo había demostrado con el paso de los años, los golpes nunca iban a dejar de doler y mi cuerpo tampoco dejaría de sangrar, al fin de cuentas seguía siendo de carne y hueso.

Lo que no entendía era porqué no tenía fuerzas para defenderme... No podía moverme y el bate seguía golpeando una y otra vez en diferentes lugares hasta que perdí la conciencia.

Aidan.

El trabajo se había hecho más tedioso que de costumbre estos días, quería estar en casa cuidando lo mío, no aquí y eso hacía que me desesperara todo el día.

Ya es muy tarde y me levanto para tomar la taza de café que mi secretaria dejó hace unos minutos, no llego muy lejos cuando siento que me arde la cara; tomo asiento un minuto y siento que algo tira con fuerza de uno de mis huesos en la espalda baja.

Rápido estiro mi brazo tomando mi teléfono, marco el número de Luz y no me responde, el enojo me pone los ojos rojos en segundos.

Tomo mis llaves y salgo de ahí listo para irme a casa, vuelvo a sentir los constantes tirones en los huesos de las manos, los muslos y por última vez en la cara antes de que se detenga, presiono el acelerador con más fuerza y me gustaría que este estúpido auto fuera más rápido.

Entre las garras del alfa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora