Capítulo 30: Princesa.

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Aidan.

No siento nada de lo que soy, no siento mi fuerza, mi poder y mi propio cuerpo no responde, solo sé que estoy... no sé dónde, no sé cuándo, no sé cómo.

—Mi amor —unos labios suaves me besan, pero es desconocida para mí la sensación, estos son más grandes y no me gustan.

No sé cómo retroceder, mi mente entra en pánico y no sé qué diablos me hicieron, pero al sentir las uñas largas que se pasean por mi cintura no puedo evitar evocar el recuerdo de mi madre que despidió a una sirvienta porque me espió cuando tomaba una ducha a la edad de quince años, también cuando me escapé a una discoteca con Joel a los 17 y una señora trató de drogarme... La última fue gravemente herida.

Según yo, no importa ya que nada pasó a desgracia.

—Soy tu esposa —Esa leve voz chillona resuena y es evidente que la conozco, fuerzo a mi cuerpo a reaccionar y lo único que logro es abrir poco los ojos «error número 1».

El techo es totalmente oscuro y desde la derecha hay una leve luz que ilumina la cabellera rubia platina y puedo reconocer esos ojos azules llenos de malicia en cualquiera lado «Simone».

—Has despertado, cariño. Ahora no puedes moverte por la poción, pero yo haré todo el trabajo.

No puedo evitar mirar abajo y arriba repetidas veces «error número 2», está desnuda.

Lo que sigue es un asco total.

No pude decirle que no quería, no pude quitármela de encima, se mantuvo tocándome por horas y satisfaciéndose sola, mi pene nunca tomó tamaño, ni fuerza, ni grosor y a ella no le importó.

Estaba enojado, porque me usaba y le había hecho daño a mi familia, pero estaba más triste porque ya no podía sentir lo mío y lo último que recuerdo de esa misma noche, es que empecé a llorar en silencio, luego de que ella desapareciera.

Luz.

El dolor podía ser efímero o duradero; yo de pequeña pensaba que el dolor más grande que alguna vez iba a sentir era el de las raspaduras en las rodillas cuando me caía en las practicas de voleibol; pensaba que sacar 80 en la nota final de lengua española me iba a marcar por toda la vida.

Pero no, aquí estaba yo sin poder respirar, porque la cabeza de mi bebé ya estaba afuera y con el corazón roto porque si miraba a mi alrededor el amor de mi vida no estaba y lo peor de todo es que no estaba en ningún lado ahora, al menos yo no sabía dónde estaba.

—Puja una última vez, ya casi —Deylin me hablaba y para mí estaba tan lejos su voz.

Lo que me desgarraba estaba muy desesperada por salir, no podía dejar de llorar y respirar era una misión imposible.

El llanto «Diosa». Nunca había estado tan feliz de escuchar el llanto de un bebé.

—¡Lo hiciste, Luz! ¡Es hermosísima! —Deylin me habla y pasa poco tiempo cuando se acerca con un bulto entre sábanas blancas.

Las lágrimas se me secan al igual que la garganta, lo que recibo entre brazos es más pequeño de lo que pensé y para mí se ve como un bebé cualquiera sin rasgos definidos, hasta que abre los ojos... El verde me sume y rompo a llorar con ella pegada a mí, deseando no sentir que amo la vida y que quiero morir al mismo tiempo.

(...)

Hace dos semanas que ha nacido mi bebé, he tomado mi decisión de ser fuerte por ambas, los equipos de búsqueda por el cuerpo de Aidan han sido multiplicados por mí, despedí a la mitad de la servidumbre, ya que mientras menos personas conozcan a mi bebé será más seguro, Ilena es de las pocas que se quedaron; los galenos que estuvieron presentes en mi parto fueron obligados a firmar un voto de silencio, incluida Deylin

Cancelé su presentación de futura Luna real y las cartas del consejo las tiré hasta que se hartaron de enviarlas.

He decidido que nadie tiene que verla, a menos que sea necesario. Evidentemente, no pude esconderla de mis padres y mi tío y todos vendrán a comer más tarde.

Me acerco al moisés al lado de mi cama, la bebé duerme plácidamente y sonrío detallando como es, tiene las mejillas gordas y rojas; el pelo castaño, como el mío; los labios rojos y las pestañas bastante largas. Su piel es blanca y delicada; su cuerpo muy pequeño, sin olvidar los ojos «esos ojos».

Tocan la puerta y doy el permiso a Ilena que entra avisando que mi familia ha llegado.

Cargo a la bebé con cuidado de no despertarla, abajo Deylin y Joel me esperan, junto a mis padres, aún falta mi tío y su familia.

—Hija —mi mamá es la primera en acercarse, sopeso la idea de abrazarla para lloraren su hombro, pero ya no tengo 15 años y tengo que madurar. Ella detalla a la bebé y puedo ver la melancolía en sus ojos, el siguiente es papá.

—Hija, yo...

—Está bien —Lo interrumpo antes de que empiece a hablar y suelta un respiro antes de abrazarme, la bebé despierta y empieza a llorar, por eso la arrullo contra mí para que se calmé.

—¿Puedo? —Joel se acerca y se la ofrezco con toda la confianza, cuando la ve sus ojos se llenan de lágrimas y puedo notar como se toma el tiempo de respirar correctamente con la bebé entre sus brazos.

El timbre suena y segundos después aparece mi tío William junto a su esposa y su hijo.

—¿Podrías traer su moisés? —Le pido a Ilena que viene detrás de ellos.

—Buenas tardes —Andrea es quien saluda y mi tío Will viene directo hacia mí.

—¿Qué es?

—Hembra —Me río al pensar que ni siquiera eso sabía.

—¡Necesito verla!

Queda anonado al igual que todos, segundos después aparece Ilena con el moisés, lo llevo hasta el comedor detrás de mí, nos sentamos a comer y soy feliz de escucharlos hablar de mi bebé.

—Tía ¿Puedo verla?

—Claro, cariño.

Dominic se acerca a la cuna y observa a la bebé de ojos verdes con curiosidad.

—Fue hecha con ganas.

—Fue hecha con ganas

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Entre las garras del alfa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora