Luz.
La brisa fría me choca en el rostro congelándome la nariz y las orejas «Debí tomar un gorro», me giro detallando la casa llena de decoraciones... Se ve increíble.
Abordo el auto que el chofer preparó para mí y me voy hasta el pueblo, en el camino detallo el bosque frío que sume nuestra propiedad y son varios kilómetros antes de llegar a la zona urbana. Suelto un jadeo al darme cuenta que no he sido la única que pasó dos días completos decorando.
Las tiendas están llenas de luces, guirnaldas y dulces; la gente camina en las calles saludándose y la mayoría lleva bolsas de regalos, desde este punto el camino al salón de belleza se me hace más lento, ya que hay mucha gente en todas partes.
Casi diez minutos después estoy estacionando el auto frente a este.
—Buenos días, felices fiestas —saludo apenas entro, todas me responden de igual forma y no sé porqué les causa tanto placer verme.
—Luna, ha llegado —África es quien se acerca.
Desde aquí puedo ver hasta atrás que el sitio está completamente lleno «¡Wow! Estas lobas si que se lucen».
—He hecho una cita ayer, espero no haber llegado tarde —me excuso.
—No, la estábamos esperando —me sonríe y me guía hasta la parte de atrás donde lavan mi cabello, mientras lo secan me brindan chocolate caliente con malvaviscos y crema batida.
Soy atendida como la última vez y que incluso las clientas me hablen de ellas mismas me hace darme cuenta que no merezco este pueblo. «No he hecho nada por ellos».
Bueno... Ahora llevo su heredero, pero nada más.
El pensamiento me hace sonreír y doy un sorbo a mi taza para ocultar la sonrisa, casi tres horas después estoy pagando, llevo las uñas pintadas y el cabello lleno de pasadores para sostener las ondas, antes de que sea hora de soltarlas.
Me despido de todas y abordo el auto para regresar a casa, considero la idea de comprar regalos para mis padres, pero parezco doña Florinda, lo mejor será pedirlos desde casa.
Cuando llego entro por la puerta principal practicando la entrada de mis visitas. «Estoy loca».
Voy hasta la cocina y el olor a comida es increíble.
—¿Buenos días? —no me sorprende ver a las chicas cocinar y moverse de un lado a otro, lo que sí lo hace es el gran alfa que come sentado frente a la isla como un niño pequeño.
Algo me dice que ha estado probando desde que empezaron a cocinar.
—Buenos días, Luna —responden todas.
—Mi amor —me acerco y él me detalla sonriente, me besa delante de todas sin importarle.
—¿Qué haces aquí?
—Hago control de calidad, pero ya me voy tengo una cita en la peluquería y me veré con Joel —se levanta tomando el abrigo a su lado y se va revisando su teléfono.
«No es normal que coma estas cosas, debería hacer que Deylin lo revise». Aidan no es perezoso, de hecho siempre pensé que trabajaba demasiado y hace mucho que no va a su empresa o recibe llamadas, tampoco es golozo o fanático de los dulces y con todo lo que ha comido ultimamente tiene suficiente para desarrollar una diabetes.
—¿Luna? —Ilena me saca de mi burbuja y no había notado que estuve mirando por donde él se fue.
—¿Ya movieron la mesa? —asiente y apresuro el paso hasta allá.
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Entre las garras del alfa©
WerewolfDespués de 2 años, Luz y Aidan vuelven a encontrarse. ¿Ella? Más madura ¿Él? Muy amargado. ¿Qué tan peligrosa puede ser una loba que ni siquiera ha logrado transformarse? Pues, parece que no lo suficiente para librarse de un alfa resentido. Ella des...