Capítulo 40: Alerta.

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Aidan.

El amor que corre por mis venas me pone los ojos a brillar, ahora tengo a dos personas que cuidar, por las cuales luchar y me siento responsable por cualquier cosa que les pase.

Enciendo el televisor con la bebé en medio de mí y mi Luna al otro lado de la cama, veo las caricaturas pero, me mantengo alerta.

Elevo el aire acondicionado cuando Ayla cierra los ojos muerta de sueño, apago todo y trato de dormir sintiendo como se pega de mí.

«Es bellísima» El ego me llena y cierro los ojos abrazando lo mío, el silencio es ensordecedor y sé que los pasillos yacen solitarios, los salones rodeados de penumbra y los sirvientes en sus camas.

Son casi las tres de la mañana cuando me canso de esperar y cierro los ojos queriendo dormir, pero me es imposible porque aún espero que algo pase, así que pienso en cosas bonitas...

Ayla se sienta en la cama y abro los ojos observando como ella detalla toda la habitación.

—¿Todo bien, cariño?

Se espanta cuando le hablo, pero solo me medio sonríe.

—Quiero ir al baño, papá.

«¿Sabe ir sola? ¿Debería acompañarla?»

La ayudo a cruzar encima de mí y como no me espera supongo que puede ir sola.

—Deja la puerta abierta ¿Sí?

No responde, pero minutos después de perderse en la oscuridad la luz del baño ilumina la habitación, me mantengo alerta esperando que regrese y tal vez es la paranoia...

De la nada siento que el aire es más frío, uso mis sentidos y creo escuchar susurros haciendo que me ponga de pie... «Algo me ve a través de las cortinas».

El sonido de la palanca me trae de vuelta a la realidad, pocos segundos pasan antes de que las luces se apaguen, espero a que salga y nada pasa, los susurros se escuchan más cerca y mis ojos rojos cobran vida, me acerco a paso rápido y la maldita puerta se me cierra en la cara con una fuerza bestial.

—¡Ayla! —grito y no me importa a quién puedo despertar —¿Cariño?

Le pego a la puerta queriendo atravesarla, Luz toca mi hombro y se ve tan confundida como tratando de despertar.

—Ayúdame a abrir la puerta —no tengo el tiempo de explicar nada.

Ella mira alrededor notando lo que nos falta, es automático como entra a la defensiva.

Un buen padre habría seguido tocando la puerta, habría llamado más tiempo y tenido más paciencia, porque es una niña de 3 años quién está en la oscuridad, a mitad de la noche y encerrada. Pero, yo no era el padre perfecto y ni siquiera pensé en el susto que se llevaría mi hija al verme por primera vez, solo sé que me transforme en la bestia que en mí habitaba y la que tenía mucho sin dejar salir.

Me sentía vivo, fuerte, poderoso y en pocas palabras... Toda un alfa real.

Fueron segundos lo que me tomó derribar la puerta, podía sentir a mi Luna caminar detrás de mí y la imagen que nos esperaba no era para nada una razón de preocuparnos.

La bruja tenía a mi hija abrazada y cantaba su canción, Ayla no estaba intranquila ni parecía en peligro... Era obvio, la maldita bruja se la está comiendo, le succiona el alma lentamente y por eso la visita.

Ayla no podía defenderse porque no era un alfa real.

Suelto un gruñido que las saca a ambas de su burbuja y no hay que ser inteligente para saber lo que está haciendo, ya que se ve como diez años más joven ahora.

Entre las garras del alfa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora