Aidan.
Había pasado tres años bajo tierra con una demente a mi lado, esto que vivo ahora solo podía imaginarlo. Es difícil de creer que hace unas horas estaba cerrando los ojos con la cabeza pegada contra la fría piedra y hacía películas en mi cabeza de cómo se verían mis mujeres.
Desde que despertó no nos hemos despegado y no dejo de tocar su cabello fascinado por la suavidad de este, que me mire con esos ojos verdes me pone a sonreír y me recuerda una y otra vez que son míos.
Sus mejillas son levemente rojizas y rellenas, su nariz bien respingada, es tan pequeña que puedo cargarla correctamente con uno de mis brazos y le encanta, ya que me sonríe y rasca mi barba con sus dedos suaves y diminutos.
—Papá, vamos a desayunar.
—Vamos a desayunar —confirmo y la bajo para caminar, pero junta las cejas mirándome ofendida.
—¿Y por qué ya no voy arriba?
—Porque sabes caminar —Luz entra a la habitación —¿Primero desayuno o el baño?
—Lo que quiera papá —me sonríe y disimuladamente me pellizco en las manos. «No quisiera despertar».
—Papá tiene hambre ¿no? —mi Luna es quien le responde, ahora llevo mi vista a ella detallando su cabello que volvió a estar a la altura de sus hombros, su cuerpo ha madurado notablemente y creo que es la jodida loba más sexi de todo el mundo.
Vuelvo a cargar lo mío y me acerco a la castaña besando su mejilla y rodeando su cintura con mi brazo libre.
Su olor me llena y dejo la cara a la altura de su cuello unos segundos, luego ella pega su frente a la mía y cierro los ojos sintiéndola, puedo notar que está tranquila al igual que yo.
—Te amo mucho —confiesa.
—Yo a ti.
—Y yo a ustedes —Ayla pega su frente a la de nosotros y Luz explota en risas, mientras yo siento que estoy viviendo el mejor de los sueños.
«Quiero un par más de esta».
Juntos bajamos a lo que parece ser la casa de Santa Claus, voy directo al comedor que para mi sorpresa está vacío.
—Parece que se retrasó el desayuno —Le digo a mi hija.
—Quiero bajar —Lo tomo como una orden dejándola en el suelo — Debemos ir a abrir los regalos de navidad.
—¿Sí? —Aún estoy algo perdido en el tiempo y sé que es diciembre, solo que no sé qué día —Mi Luna ¿Qué día es hoy?
—Es navidad.
—¿Veinticinco?
Ella asiente y mi mente empieza a maquinar todas las formas de comprar un regalo y ponerlo bajo el árbol en los próximos dos minutos, o sea, antes de que Ayla llegue hasta él.
Los suaves labios que tocan los míos me hacen volver a la realidad.
—No es necesario, lo importante es que estás aquí y estoy segura de que el año siguiente la llenarás de tus extravagancias.
—¿Por qué no sirven el desayuno?
No quiero pensar en el siguiente año, solo quiero hacer las cosas cada vez que pueda, sin dejar ir un solo momento, después de lo que pasó no quisiera perder ni un segundo.
—Lo comemos en la cocina, no hemos vuelto a usar el comedor desde que tú... Ya sabes, era un poco solitario sentarme sola en una mesa tan grande.
—¿Y pones a Ayla a comer junto a la servidumbre? —Siento que pierdo apetito al imaginar que tratan a mi hija como si fuera una igual.
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Entre las garras del alfa©
WerewolfDespués de 2 años, Luz y Aidan vuelven a encontrarse. ¿Ella? Más madura ¿Él? Muy amargado. ¿Qué tan peligrosa puede ser una loba que ni siquiera ha logrado transformarse? Pues, parece que no lo suficiente para librarse de un alfa resentido. Ella des...