Capítulo 3: Acuerdo.

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Aidan.

Llego con más problemas de los que fuí a resolver, en la mano derecha llevo la peluca rosada y la daga. Simone me intercepta en la puerta con una sonrisa.

—¿Y qué tal? —Se señala la cabeza e intento descifrar de qué demonios me habla.

—¿Te pintaste los labios de rojo? —Pongo una mueca intentando salir rápido de la situación.

—¿Es en serio? —Se golpea la frente con la mano, capta lo que llevo en las manos y logro ver la curiosidad en sus ojos —¿Y eso? ¿De quién es? ¿Dónde lo encontraste? ¿Hay algo que deba saber?

—No es nada, te he dicho que no me controles. Recuerda, puedes hacer lo que sea...

—Ya que, estamos casados porque era tu deber —interrumpe terminando por mí —¡Ya lo sé! No hace falta repetirlo, cada vez que intento saber un poco de ti.

—Tú nunca quieres saber de mí, solo cuando estoy de alguna forma conectado al sexo contrario —Decido terminar la conversación y me largo a mi habitación.

Simone y yo no dormimos juntos, tiene un contrato en el que se explica de manera detallada que suplirá el papel de Luna, hasta que yo decida lo contrario.

Entro azotando la puerta detrás de mí, me despojo de la ropa y guardo en sitios claves las cosas de Luz; seguido voy a la ducha, dejo que el agua caliente se lleve el estrés de mi espalda y me concentro en la pulsera atada a mi muñeca.

—He venido por mis cosas.

Me giro con el corazón preso del susto, ella me sonríe desde la puerta y abro la puerta de cristal asegurándome de que no es un reflejo.

—¿Cómo diablos entraste aquí? —Es lo primero que puedo pronunciar.

—Fue fácil, deberías reforzar tu seguridad y mira que te lo digo como amiga —Se revisa las uñas y yo salgo envolviendo mi cuerpo en una toalla.

—Luz ¿Crees que estoy para juegos? —Me acerco y noto sus ojos curiosos en el comienzo de la toalla, pierde la compostura un segundo, pero después endereza la espalda mirándome fijamente a los ojos.

—Solo dame mis cosas y voy a irme.

—¿Por qué querría dejarte ir?

—¿Por qué querrías que me quede? —Me pasa las manos por el pecho y me causa tantas sensaciones que la tomo con rapidez de las muñecas alejándola.

—No intentes manipularme otra vez.

Ella fija la mirada en nuestras manos unidas.

—¿Qué es eso? ¿Por qué lo usas? —Sé que habla de la pulsera y decido no responder.

—¿Por qué solo traes problemas?... No sé qué pasó contigo durante el cautiverio ¿Y sabes por qué? Porque no quisiste decirme, entonces ahora no vengas a joder.

Se suelta de un tirón y se aleja mirándome con rabia.

—Estoy aquí, porque me quitaste mis cosas, lo último que quiero es hablar contigo...

Suelto una carcajada interrumpiendo lo que dice y me acerco con ganas de volver a morderla, justo como lo hacía antes pero, me contengo.

Para mi suerte, su olor ya no me mortifica.

—No te daré nada, así que mejor vete, porque llamaré a mis guardias —Salgo del baño dejándola con la palabra en la boca.

—¡Aidan! No me iré —Se cruza de brazos.

—Excelente ¿Vas a dormir conmigo o mando a que te preparen una habitación? —Suelto con sarcasmo, pero se escucha más serio de lo que espero. Ella mantiene el silencio, pero después me mira con una sonrisa pícara, como si fuéramos viejos amigos.

Entre las garras del alfa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora