Capítulo 4: No seas miedosa.

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Luz.

—Mentirosa, cada vez más —Aidan se acerca después que su esposa sale de la habitación.

—Déjame en paz —lo alejo con el puñetazo que propino en su pecho —La próxima voy a golpearte más fuerte.

Me voy a la cocina y a la mitad de las escaleras la presencia de alguien detrás de mí me pone alerta. Pienso que es Aidan, por lo que me escondo detrás de las cortinas, y lo intercepto presionando el codo en su cuello.

Lo suelto rodando los ojos al darme cuenta que es uno de sus guardias.

—¿Por qué me sigues? —pregunto con enojo.

—El alfa dijo que la vigilaramos —explica sobándose el cuello.

—Pues no quiero a nadie detrás de mí, estoy aquí porque quiero. Dile que su escuadrón es una mierda y puedo irme cuando quiera.

Le doy la espalda y después de un rato encuentro a una de las chicas que me guía a la habitación que me prepararon, me traen ropa y me ducho antes de meterme a la cama.

Doy muchas vueltas intentando conciliar el sueño; es raro volver a esta casa y mi dignidad me grita que salga corriendo. Sin querer sonrío con la idea de que Aidan no duerma con Simone, de alguna forma me hace sentir importante.

(...)

El día inicia con el sol que se alza entre las nubes, me ducho y me coloco una ropa cómoda.

Bajo a la cocina, pero la voz de Anastasia me hace detenerme a mitad del camino. «¿Qué hace aquí? ¿No se supone que vive en las instalaciones de la academia?»

Doy un paso atrás y choco contra el pecho de alguien, para mi mala suerte el alfa es quién me juzga con la mirada y solo demuestra seriedad... A decir verdad, extraño que me sonría.

—No seas miedosa, entra ahí y cuéntale todo.

—No puedo —doy tres pasos atrás cuando se me viene encima.

—¡Anastasia! —Llama lo suficientemente alto como para que la chica nos escuche, intento salir de ahí, pero atrapa mi mano en su muñeca —No seas miedosa.

La constante repetición me hace enojar.

—Que no... —logro soltarme y no alcanzo a correr cuando la figura de la pelirroja me obstruye el paso, me sonríe llena de felicidad y la culpa termina por hacerme mirar a otra parte.

—Dios...Luz, yo pensé que... —Sus palabras quedan en el aire y me abraza con fuerza —Que bueno que volviste.

No soy capaz de corresponder, solo la observo y mi mente no deja de repetir lo que hice.

—Ana, yo...

—No sabes lo mucho que te extrañé, pensé que no volvería a verte y aquí estás, más grande y madura —Me examina desde todos los ángulos posibles.

—Luz —Aidan me presiona.

—Ana... —Las palabras no salen de mi boca y mis ganas de desaparecer aumentan.

—Mató a tu madre.

Él suelta todo sin una pizca de tacto, ella parece confundida y niega repetidas veces.

—¿Es cierto? —la duda baila en mis ojos —Niégalo, somos amigas desde siempre ¿O no? —Intento tocarla pero se aleja —Dime que no es cierto.

No tengo la fuerza para negar lo que me pregunta directamente a los ojos y con lágrimas.

—Lo siento.

Se queda estática y hace un reverencia antes de retirarse, su indiferencia me duele mucho y salgo corriendo escaleras arriba, Aidan viene detrás de mí e intento evitarlo.

Entre las garras del alfa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora