Capítulo 8: Odio esto...

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Luz.

Ignoro mis problemas amorosos con Aidan y de verdad intento prestar atención a las palabras de la chica a mi lado.

—Dos almas están unidas por el lazo rojo de la vida y se reconocen por un olor en específico que logran percibir luego de su primera transformación. ¿A qué olía?

Dirige la pregunta a él, mi cabeza grita que no se va a acordar, pero me sorprende totalmente cuando responde sin ápice de duda.

—Manzanas y tierra mojada, ahora es Mar y Vainilla.

—¿Y sigues sintiendo el lazo? Tal vez... Ya no...

Lo que Joel intenta decir queda en el aire cuando Aidan pega los puños sobre la mesa.

—Aún lo es, yo lo sé. Si fuera como dices, no podría saber a qué huele.

—¿Y si solo te lo imaginas? —pregunto con seriedad, el silencio se toma el lugar y él se levanta sin quitarme los ojos de encima.

—Buenas noches.

Aidan entra a la casa y la pareja se disculpa antes de retirarse, entiendo que nadie quiere entrometerse en los problemas amorosos del alfa... Yo tampoco; juro que quisiera ser una simple espectadora.

Mi mente es un desastre y me obliga moverme en dirección a su despacho, ahí lo encuentro con la mirada fija en su laptop.

—¿Aidan?

—Si vienes a romper mi corazón con tu indiferencia, por favor no entres.

No me mira y me enoja.

—Dije que tendrías que esforzarte... —le recuerdo.

—La que no se esfuerza eres tú.

Me indigno casi de forma inmediata.

—Tú te casaste y me rechazaste —recalco cuando se levanta.

—Tú mataste a mis padres y me engañaste.

—Estaba dañada.

—Y yo fuí obligado —Parece que cada uno tuviese un tipo de argumento ante el otro —Todo entre nosotros es pelear, no podemos estar juntos y tampoco separados.

—Odio esto —reconozco mientras me acerco a su escritorio —Odio que mi corazón te haya perdonado... Así como también odio que mi orgullo no me deje estar contigo.

No pierdo de vista sus movimientos, se acerca y siento que el corazón se me va a salir. Es increíble que después de tanto tiempo entrar aquí, o el simple hecho de tenerlo a centímetros... Me causa una ansiedad colosal.

—Yo odio lo que pasó, odio haberme casado, odio que mis padres no estén y odio el hecho de saber que dejé que algo te pasara. Aunque no lo creas, me odio a mí... Porque te arrastré a este mundo con 15 años, casi te rompen las espalda, sin mencionar que mataste a alguien; dejé que ellos se metieran en tu cabeza, que la gente te dijera que hacer y te pusiera en situaciones que te obligaba a actuar mal y ¿Sabes qué?... Solo me odio a mí.

—Aidan —Su nombre saliente de mis labios es una orden clara de que no quiero que siga hablando —no es tu culpa y tampoco la mía ¿Okay?

—Ojalá yo pudiera notarlo del mismo modo, pero tu existencia es algo que simplemente no me deja dormir en paz, entonces, no puedo evitar pensar ¿Qué hubiera pasado si mi pene hubiese estado tranquilo por más tiempo? No sé, esperar a que fueras mayor y madura... Que de verdad estuvieras lista para estar conmigo

—Aidan, escúchame —Sin poder evitarlo mis manos viajan a su rostro y mis ojos se enlazan con los suyos —No es momento para culparse, solo déjalo ir...

Entre las garras del alfa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora