Capítulo 9: Acta de matrimonio.

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Luz.

Cuando no quieres hijos, entonces recibes sobrinos.

—Te he dicho que no mires eso —Andrea le quita el teléfono de las manos a su hijo.

—Mamá, por favor —Se quejó cruzándose de brazos, rueda los ojos y capta la mirada llena de diversión que le dedico.

—¿Sabes? No puedo dejar de compararlo con William —murmuro.

El niño hace una mueca y suelta un bufido.

—Es tan gruñón como él, eso es seguro —responde Andrea.

—Luz ¿Para qué me necesitas? —Deylin me lleva al punto, pero antes de poder hablar señalo al pequeño, ambas chicas entienden que no es un tema para niños y decidimos dejarlo para más tarde.

—Oye, Dominic ¿Quieres pastel? ¿O un dulce? —Le sonrío con ganas y él solo muestra una mirada desconfiada.

—No puede comer azúcar, después se pone intenso —Andrea interviene de inmediato.

—Mamá, por favor. Yo... sí quiero dulces —Me mira fijamente al decir lo último, sus ojos me aturden con tanta ternura.

—Vamos, Andrea. Solo será por hoy —ruego sin dejar de mirarlo.

—Sí, mamá. La tía Luz tiene razón.

El que me llame tía me llena el corazón, así que no espero la aprobación de su madre y lo tomo de la mano llevándolo a la cocina, reviso todo hasta encontrar un par de chocolates, se los doy y lo ayudo a sentarse frente a la encimera.

—Gracias, serás mi favorita desde ahora —Tira de mi mano y deja un beso en mi mejilla que me hace emocionar.

Soy joven para tener un bebé, pero quiero uno justo ahora.

—Escuché eso —Deylin se indigna y Andrea que viene detrás de ella observa a su hijo con preocupación.

—No lo comas todo —Escucho que dice, al mismo tiempo que le quita la mitad de las manos —¡Así no! te vas a ensuciar la ropa.

—Pero mamá, tengo las manos sucias —explica limpiándose las manos de la ropa.

—Dominic... La camisa —Se pasa las manos por la frente en señal de frustración —Voy al auto a buscar un cambio de ropa, chicas cuidenlo y tú... —Señala a su hijo —No te muevas.

—Oye, Deylin —murmuro bajito solo para ambas, ya que el niño está centrado en su chocolate —He escuchado rumores sobre una galena de cabello rizado capaz de crear lo que sea.

Sonríe avergonzada en un intento por ser modesta.

—Yo no diría que lo que sea —niega sonrojada.

—La verdad, escuché que creaste algo tan maligno que puede destruir ambos mundos.

—Lo hizo, pero el alfa prohibió su uso, y ella firmó un documento en el que se le prohíbe volver a crearlo o compartir la fórmula.

Andrea hace acto de presencia y lo que dice me deja fuera de lugar.

—¿Por qué firmaste algo así? Era tu creación.

—El alfa quiere establecer la paz entre ambos reinos otra vez y... —Intenta explicar.

—No, debemos ser sinceras. El tratado de paz se rompió durante su reinado y todos somos conscientes de que en algún momento dejará la corona, es obvio que no está contento con lo que ha hecho.

—Aidan no es un mal alfa —Me exalto de forma inmediata.

—No he dicho eso. Escucha... A lo largo de nuestra existencia, cada generación de alfas ha hecho cosas revolucionarias por su pueblo, no voy a mentir... El alfa solo ha traído guerras y muertes. También es el único que no ha podido darle una Luna al pueblo y mucho menos un heredero.

Entre las garras del alfa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora