Capítulo 18: Tiempo.

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Luz.

Vale más mi paz que la opinión de la gente, y yo al fin había entendido que podía cambiar lo que hacía, pero no lo que yo era.

Quería aferrarme al momento que estaba viviendo justo ahora...

Aidan me mira con los ojos de un verde intenso, se ve mejor de lo como lo recordaba; el poder de la pulsera lo había dejado totalmente y ahora sentía que estábamos como antes... Nosotros dos solos en una burbuja, sin nadie más.

El pequeño frente a mí juega con la comida en su plato y habla de lo increíble que son las mariposas.

—La tía Luz quiere uno —comenta sin rodeo.

—El invernadero es suyo —aclara Aidan y me causa un no sé qué cada vez que habla.

Quiero que repitamos como cuando llegó esta mañana.

Después de la comida llevo al bebé a la piscina y Aidan se va a dormir, por un rato sopeso la idea de ir tras él, pero me contengo y nos mantenemos jugando en el agua toda la tarde.

Para la hora de la cena el niño me avisa que está cansado y le doy un vaso de leche caliente antes de dormir, terminamos comiendo solos mi marido y yo.

—Mandé a preparar el pollo como tanto te gusta —digo sonriente, le subo las piernas encima y levemente las abro dejando que se me suba el vestido.

—No sé, no me siento muy bien —mira el plato con un poco de asco —¿No hay algo más?

—Oh, Diosa, tenemos agua. Las chicas ya recogieron la cocina —pruebo mi plato y sabe igual de bien que siempre —Está muy buena ¿Qué te pasa?

—Creo que no tengo hambre, cariño. Come y vámonos a dormir —con lo último que dice pongo mala cara y lo nota de inmediato —Si es dormir lo que tú quieres.

Lo que queda de la noche se va entre orgasmos que nos ponen a sudar a ambos, cansados de tanto movimiento quedamos abrazados hasta la madrugada cuando el empujón de Aidan me despierta.

Sale básicamente trotando de la cama y me levanto con pesadez detrás de él, la luz del baño me deja un poco ciega, pero me preocupo al ver como vomita de rodillas frente al retrete.

Saca lo poco que tiene y con un vaso tomo agua del grifo, cuando termina se lo doy y no paso desapercibido la palidez de su rostro.

Me agacho a su altura y reviso su temperatura, no hay nada fuera de lo común y aún así no deja de preocuparme.

—¿Qué te pasó?

—No lo sé, solo no me he sentido bien desde la tarde.

—¿Quieres que llame a Deylin?

—No, no. Ya pasó —toca mi cara con cuidado y lo ayudo a levantarse —Creo que no iré a trabajar mañana.

Le acomodo muy bien su espacio de la cama y toco su cabello con cuidado hasta que vuelve a dormirse, en su teléfono apago todas las alarmas que podrían despertarlo en unas horas.

(...)

Son las nueve de la mañana cuando bajo a la cocina y ya todos han desayunado, como un sándwich de queso con jugo de naranja de pie frente a la isla de la cocina.

Cuando voy a la mitad de mi desayuno observo el pan con cuidado...

«¿Estoy olvidando algo?» Arrugo las cejas sintiendo que hay algo que no he hecho hoy, algo que estaba esperando...

—¡Tia Luz! —El niño entra corriendo y se me pega a una pierna —Mi mami vendrá en unas horas, mi tía Deylin también y el tío Joel, ojalá que mi papi venga y así podrás conocerlo.

Entre las garras del alfa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora