Luz.
Me gustaba lo que habíamos hecho y me emocionaba lo que crearíamos después.
Ver a Aidan dar vueltas en el jardín al lado de un animal mítico, mientras sostiene a nuestra hija que sonríe aferrada al lomo del unicornio.
—Mamá ¿Estás viendo? Debemos ponerle un nombre.
—Elije uno cariño —me cruzo de brazos por el frío invernal que nos azota.
La escucho hablar con su padre y de la nada mi mente imagina todas las cosas que se vienen, no podría definir si son malas o buenas.
—Buenos días.
La rizada sale al jardín de la casa y trae un gran abrigo de piel con unas botas negras. «¿Cómo puede verse así de bien a las diez de la mañana?»
—¡Tía Deylin!
Nos abrazamos antes de que Aidan se acerque con la niña, pide que guarden al unicornio y los hago entrar antes de que Ayla tome un resfriado.
La morena carga a la bebé que le sonríe con alegría, mientras le habla de que su papi volvió.
—Cariño, ya es hora del baño —aviso a mi hija cuando Ilena aparece en la sala de estar.
Sale corriendo en dirección a su nana, pero se devuelve como si hubiera olvidado algo... Se acerca a Aidan y pone sus pequeñas manos en su cara.
—Papá, voy a limpiarme. No te vayas a ningún lado ¿Está bien?
Los ojos de él brillan y creo que no sabe que responder, porque se limita a asentir varias veces.
—Creo que nunca la había visto tan feliz.
—Yo tampoco —respondo a mi amiga.
—No hablo de Ayla.
Entonces noto que no he dejado de sonreír, que ella me mira a mí y que por fin tengo la felicidad que había estado esperando.
—Vayamos a lo importante —Aidan nos guía a su antiguo despacho que ahora es mío, los tres tomamos asiento y antes de que pueda hablar él toma la palabra —¿Es posible que me una a Ayla aún?
—Bueno...
—No, Deylin —interrumpo a la galena antes de que hable —Primero revísalo, para saber que está bien físicamente.
—Unirme a Ayla es más importante —arruga las cejas como si lo que yo hubiera dicho fuese una tontería.
—Pues no quiero oír nada sobre eso hasta saber que estás bien y que si te unes a ella no morirás en el proceso.
—No morirá —Deylin toma la palabra —¿Qué les parece si los cito a mi consultorio esta tarde para revisar al alfa y ahora les explico acerca del lazo? ¿Sí?
—Esta tarde no, mañana —Aidan busca excusas y me cruzo de brazos en una clara respuesta —Esta tarde estará bien.
—No quisiera entrometerme, pero siento que pelean por el menor de sus problemas justo ahora. Su hija no tiene el poder de un alfa real y al consejo le dará un ataque cuando sepa que lo que has estado escondiendo es una hembra. También, han olvidado que ya no están marcados, no comparten ningún lazo porque yo lo corté —enumera con sus dedos como si lo que dice es lo obvio.
Esos son muchos problemas en los que no había pensado y por instinto mis manos buscan las suyas que las recibe en un apretón cariñoso.
—¿Qué debemos hacer primero?
Sus ojos verdes brillan con fuerza y me sumo en ellos en espera de una respuesta.
—Debemos dejar que el mundo vea lo nuestro.
Desconfío tanto como puede desconfiar una madre.
—No quiero, es niña y no la aceptarán, no tiene tu fuerza.
Sus enormes manos sostienen mis mejillas evitando que pueda ver otra cosa que no sea él.
—Se la daré y ellos la aceptarán, porque viene de mí.
No quería siquiera imaginar la presión que sentiría mi bebé con todo esto.
—Según mis apuntes —Deylin nos saca de nuestra burbuja —Para que pueda hacer eso con la niña de esta edad necesitamos que el cuerpo receptor esté abierto a recibir; los bebés al nacer no saben del mundo y se dejar ir con la primera persona que los carga.
«Eso no será difícil».
—No puede ser tan fácil —Aidan se cruza de brazos molesto.
Lo siguiente que Deylin dice me pone sudar.
—Mataremos a Ayla unos segundos y la devolveremos a la vida.
—No —Aidan se niega, pero yo ni siquiera he entendido a qué se refiere.
—No entiendo esto.
—Luz, cuando tu hija nació, simbólicamente acababa de probar la vida, cuando los bebés llegan al mundo tiran con fuerza de muchos hilos para mantenerse aquí, con vida... Ella debe estar abierta a recibir el poder de Aidan, como también necesita estar tirando de los hilos de la vida. Es la única forma de asegurar su poder.
—Ya dije que no —se pone de pie invitándola a salir —Nadie tiene la suficiente práctica en esa academia para realizar esa ceremonia y te aseguro Deylin, que no pondré la vida de mi hija en manos de algún incompetente.
Ella busca mis ojos esperando mi apoyo, pero en cambio fijo mi vista en la pared. Me niego a ver su cuerpo inerte en algún momento.
Ayla no necesita poder, necesita padres responsables y eso seremos.
—Pasen buen día, a las tres y cuarto los esperaré en mi consultorio.
Se va y cierro los ojos unos segundos para tratar de organizar mis ideas.
—¿Y si hacemos nuestra boda la siguiente semana y nos vamos de luna de miel? Nos llevaremos a Ayla.
Lo que pregunta es una estupidez tomando en cuenta la situación que tenemos encima, pero para Aidan siempre ha sido más fácil dejar respirar los problemas antes de volver a ellos.
—No —niego dejándome caer hacia atrás en el sofá —Hagamos la boda mañana.
—Mejor aún ¿Quieres que llame a Arthur?
—No, aún no.
Empiezo a quitarme los zapatos desesperada, porque no lo he sentido en estos tres años y ha sido una jodida agonía.
Sabe a lo que voy y se acerca besándome con ganas, lo ayudo a deshacerse de la ropa y cuando por fin estamos desnudos con mis manos trato de tocar su pene, pero tiembla y retrocede.
—¿Todo bien? —Sus ojos están cristalizados.
—Sí, solo me asustaste un poco.
—Perdón, no quería...
—Está bien, estoy bien.
Nos quedamos en silencio, de pie uno frente al otro y en su cara puedo ver que no quiere esto como yo.
—Le diré a Ayla que vas a ver películas con ella —empiezo a recoger mi ropa y él no me detiene, solo se cubre igual que yo.
ESTÁS LEYENDO
Entre las garras del alfa©
WerewolfDespués de 2 años, Luz y Aidan vuelven a encontrarse. ¿Ella? Más madura ¿Él? Muy amargado. ¿Qué tan peligrosa puede ser una loba que ni siquiera ha logrado transformarse? Pues, parece que no lo suficiente para librarse de un alfa resentido. Ella des...