Capítulo 10: Señora de Adler.

12.8K 923 64
                                    

Aidan.

Hace muchos años que dejé de pedir las cosas, me acostumbré a tomarlas, supongo que fue el poder o el hecho de que siempre odié recibir un no. Entonces, no me arriesgué a perder jamás.

No iba a ser la primera vez y tengo claro que con todo lo que pasó Luz no iba a perdonarme tan rápido. Mi primer paso fue casarnos.

Es inteligente, pero suele equivocarse cuando está nerviosa. Ni en un millón de años hubiese adivinado que lo que le dí, era un acta de matrimonio.

—Aidan ¿Cuál es la necesidad de hacer estás cosas? ¿No puedes pedir las cosas como la gente normal? ¡Esto es extorsión!

—¡Calumnias! —grito saliendo de su habitación y ella detrás de mí.

—¡Escúchame! Reacciona y entiende que las cosas no siempre van a salir a tu manera.

—Sí, sí —Le resto importancia bajando las escaleras, siento como se enoja con cada paso más cerca de mí —Toma el consejo y síguelo o si no, vete al carajo.

—¿Acaso crees que soy un juguete? ¡Me voy a ir! —Empieza a patalear y entramos al despacho, suelto un gruñido cuando azota la puerta detrás de ambos.

—No quiero escuchar una palabra más.

—¡Pues no me importa!

Me giro enojado y la tomo de un brazo dejándola atrapada en la pared, es rápida pegándome un puñetazo en la mejilla derecha, con la mano libre la agarro del cuello con fuerza dejándola sin aire.

El choque de su rodilla en mis pelotas me hace tragar grueso, la suelto por inercia y me toco el área afectada tratando de calmar el dolor.

Sin detenerme le doy una patada en las rodillas que la hace caer al suelo, me le voy encima sin dejar que se mueva y se queja pero no me detengo hasta que pierde sus fuerzas.

—Deja de joder...

—Te estás pasando, no te esfuerzas, solo lo arruinas más.

—A las buenas no me está funcionando, lo haremos a las malas a partir de ahora.

Sus ojos no dejan los míos y lo veo, tanto que por un momento me asusta la forma en la que ese brillo pasa de debilidad a diversión.

—Bien, a las malas será —Coincide con una sonrisa socarrona —Pero recuerda que soy intensa como el fucsia, rápida y tenaz como dos dagas de hierro y una mentirosa eufórica.

Alza su rostro hasta dejarlo muy cerca del mío, su lengua caliente se pasea por mis labios cerrados, me enciende y eso no puedo negarlo.

—Luz...

—Deja de mirarme así —Pide en un susurro y su respiración choca con la mía.

—Puedo mirarte como me dé la gana.

Sus uñas me rasguñan las muñecas, ni intento regañarla, ya que me besa con furia y respondo de igual forma. Me muerde sin cuidado y le hago lo mismo, pero con más fuerza.

—Puto —Se queja.

—El tuyo.

Vuelvo a comermela con fuerza, le despeino el cabello y llevo mis besos a su cuello dejando marcas y mordiendo con maltrato.

No sé con qué fuerza lo hace, pero se gira quedando sobre mí, entre besos logra quitarme la camisa, me siento para tomar el control y me empuja hasta llevarme a la misma posición.

Sus lametones me hacen delirar cuando los pasa por la V en mi estómago.

—Estás caliente... Que sorpresa —murmura con sarcasmo, tira del elástico de mi boxer, mi pene sale a la vista, la punta está húmeda y el tamaño es sorprendente.

Entre las garras del alfa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora