Capítulo 17: Masacre.

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Luz.

La victoria está reservada para quien esté dispuesto a pagar su precio y yo estaba dispuesta a pelear contra el diablo si era necesario.

Luego de empezar a correr ya no pude parar, mi condición física seguía excelente y mis sentidos por igual.

A pocos kilómetros del muro estaba la gran ciudad de la noche, llena como siempre a estas horas de la madrugada, solo cuando estuve en medio de la gran calle principal fuí reconocida. Sabía que nadie volteaba a verme si no me olía.

—¡Llamen a la familia oscura!

«¿Familia oscura? Diosa, ya los vampiros no saben ni cómo llamarse ellos mismos».

Empiezan a rodearme y de la nada se amontonan muchos, podría decir que menos de la mitad de está población está a menos de 100 metros; son ciudadanos, porque un guardía no haría esta estupidez. ¡Ja! Intentan atraparme... Ni siquiera en sus mejores sueños.

Sonrío dejando que vean mis dientes antes de aguantar la respiración y soltar la primera poción, con el humo verde que se esparce en el aire intentan moverse rápido para atraparme; cómo era de esperar el pánico los toma a todos cuando no pueden hacer nada fuera de lo humano y mortal.

Soy tenaz a la hora de escabullirme entre ellos y los voy apuñalando mientras lo hago, pocos segundos pasan cuando siento que me falta el aire, pero no me detengo hasta rodearme de cuerpos sin vida sin la capacidad de levantarse.

La caballería viene en camino, por eso corro tan rápido como puedo hasta un callejón para poder tomar aire.

Me siento un momento en el suelo pensando en la manera que lograré transformarme y sé que será difícil.

Una puerta se cierra en el fondo de la oscuridad y me pongo de pie alerta; aprieto el mango de mis dagas en cada mano y sin dudar camino hasta la vieja puerta de ¿cristal?

La rompo y todo está oscuro adentro, por un momento sopeso que todo fue culpa de la brisa, pero cuando estoy por irme para volver a salir un llanto me regresa.

«¿Un bebé? Un bebé no puede cerrar una puerta».

Me escabullo en la oscuridad y poco puedo discernir la figura que se arrastra en el suelo, levanto la daga para matarlo y...

—Por favor, no me mates, mi hijo no tiene a nadie —Un hombre.

—No es mi problema.

El bebé vuelve a llorar y de la nada me calienta el corazón la forma en la que lo arrulla para que se calme. «Yo hubiera querido que alguien hiciera eso después del secuestro... Solo eso, abrazarme hasta que me calme».

—Su madre no sobrevivió al parto y no tenemos dinero, por favor... Es solo un niño y moriría de hambre sin mí —como ruega sé que ha empezado a empezado a llorar —Luna de lobos, por favor...

—Si intentas algo... —intento amenazarlo, pero nada me sale, así que solo me voy dejándolo ahí.

«Ni siquiera vi su rostro, pero él sí sabía quién era yo».

Trepo las paredes hasta una casa desde ahí empiezo a bombardear, me muevo en las alturas sin dejar de ver el ejército real que baja desde el castillo en la montaña.

Están muy cerca, es ahora o nunca.

Dejo mis armas donde sé que volveré por ellas y bajo hasta la calle principal.

«Podría tener garras capaces de cortar cuellos; podría tener un pelaje que me cubra del frío y resistente a las flechas; podría ser tan veloz como una bala y también tener el olfato tan desarrollado para oler mi presa a kilómetros...»

Entre las garras del alfa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora