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Desde que su despertador había sonado esa mañana, Minho había tenido la sensación de que que el día iba a ser un día raro. No sabría explicarlo, simplemente le parecía raro.

Era domingo, hecho que nadie se ha dignado a mencionar. Sí, un domingo, cuya rareza comenzó a manifestarse cuando justo después de apagar su alarma recibió una llamada de su facultad.

Aquel preciso domingo tenía que ir a buscar una información vital para su trabajo de curso.

¿Por qué el domingo?

Porque habían olvidado decírselo el viernes.

¿Por qué no el lunes?

Porque, dado el hecho de que era su trabajo, pensaron que cuanto antes mejor.

Por lo tanto Minho había tenido que ir el domingo a la universidad, hacer algo que en su opinión era completamente inútil.

Prefería quedarse en casa y acomodar todo un poco. Según Seungmin el cuarto que quedaba vacío ya iba a ser rentado, así que debería preparar mejor esa habitación. No se había usado en algún tiempo y no le gustaría dejar algún detalle sin atender.

Pero ni modo, tenía que ir.

Su estilo de vida podría parecer algo raro en sí mismo. Siendo un joven estudiante de 23 años también era el propietario de aquella enorme casa. Esas circunstancias se escapaban de su control. Él no había querido vivir así, le hubiera gustado seguir en la casa de sus padres. Tranquilo, como siempre había estado. Sin mucho de qué preocuparse, pero cuando su abuela falleció y su testamento decía que su casa sería heredada por él, su nieto favorito y único, no había mucho que pudiera hacer. No quería vender la casa, tenía muchos recuerdos, pero tampoco quería ocuparse de ella.

Sin embargo, las cosas no eran tan simples. Una casa así requería gastos, muchos gastos que su abuela, en vida, no había podido afrontar y que ahora se acumulaban, pidiendo desahogo. Pero, ni Minho, ni su familia, tenían dinero sobrante como para reparar una casa de cinco cuartos y dos pisos.

Allí fue donde entró Seungmin en escena.

Sus ideas brillantes nunca habían dejado de sorprender a Minho, quien lo considera como alguien muy avispado y capaz, todo un emprendedor.

"¿Por qué no alquilas los cuartos?" le había dicho, como si fuera una solución obvia y clara.

Así, gracias a esa sencillez de pensamiento, Minho estaba cada vez más cerca de ir resolviendo sus problemas. Seungmin se encargaba de todo. Y él se lo agradecía, de esa forma podría enfocarse en sus estudios y no pasaba por la penosa situación de ver sus notas descender en picada. Su parte del trato era ocuparse de los asuntos de la casa. De la economía y la relaciones públicas se encargaba Seungmin, que para eso era el extrovertido de los dos.

Nunca se pregunto de donde Seungmin sacaba a los inquilinos que le traía, pero todo siempre resultaron ser muchachos agradables y tranquilos. A pesar de ser jóvenes y de ser un... poco raros, nunca le dieron problemas.

Excepto por aquel chico, el cual se acaba de convertir en la segunda cosa rara de su día.

Había llegado a casa, algo cansado de usar su día libre para andar haciendo viajes inútiles, para colmo, había olvidado sus llaves. Por suerte para él, en casa siempre había alguien. Cuando Felix le abrió la puerta, se esforzó por lucir más amigable y relajado, pero era inútil, el chico se seguía poniendo tieso cuando lo veía, no se atrevía a mirarlo a los ojos. Hacia a Minho preguntarse si en serio su semblante lucía tan amenazador

No pensó por mucho tiempo, pues todo se detuvo en su mente cuando lo vio.

Supuso que sería la sorpresa de ver a un desconocido salir de su cocina.

*.✧ No se admiten mascotas!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora