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Sunghoon tocó quedamente en la puerta del despacho de su madre. Sabía que no obtendría respuesta así que simplemente entró.

El lugar seguía igual o peor a como lo había dejado la tarde anterior. Su madre llevaba tres días allí encerrada. El suelo estaba lleno de papeles desordenados y un par de adornos rotos. Junto a la puerta, aún estaba la bandeja con el desayuno, completamente intacta. Podía sentirse un olor desagradable a tinta, tabaco y alcohol en el aire, lo que hizo a Sunghoon arrugar su nariz.

—Madre.— Dijo con voz queda, llamando la atención de la mujer, quien estaba de pie junto a la ventana, su vista fija en el jardín. Había un cigarro encendido en su mano, el cual, a juzgar por las cenizas, se había consumido sin ser calado ni una vez.— Deberías salir de aquí un rato. ¿No quieres darte un baño caliente?

Su madre se giró a verlo, una expresión fría en su rostro desmaquillado. Su cabello, igual de desastroso, caía sobre sus hombros, sucio y desordenado. Su ropa, si bien era elegante, era la misma desde hacía tres días. Su aspecto lucía aún más desaliñado con aquella blusa que colgaba por fuera de la falda ajustada y sus pies descalzos, de plantas sucias con tinta y cenizas.

—Vete.— Fue lo único que dijo antes de devolver su vista al exterior y lanzar el cigarro al suelo.

Sunghoon exhaló un suspiro y comenzó a recoger algunos de los papeles del suelo. La verdad era que la noche anterior escuchó a los empleados comentar sobre lo que había sucedido.

A grandes rasgos, entendía que su madre le había dejado el control de la compañía a alguien más. ¿La razón? La desconocía, pero seguro tenía algo que ver con Kim Seungmin y con esa visita de hacía unos días.

Después de eso, más personas extrañas habían venido y desde entonces su madre estaba así. Se había encerrado en su despacho. No salía ni comía nada y, francamente, a Sunghoon le preocupaba que todo eso hubiera sucedido sin que él hubiera sido informado de nada.

—¿Es cierto que le diste la compañía a alguien más? Pensé que todo estaba yendo bien.— Se acercó al escritorio y dejó los papeles allí.— ¿Qué sucedió?

—Seo Changbin sucedió.— Su madre casi escupió el nombre.— Ese animal ha arruinado el trabajo de toda mi vida.

Sunghoon la miró de reojo, enfocándose un poco más en los papeles que había recogido. La mayoría estaban manchados con tinta azul pero pudo leer que se trataba de un acuerdo de transferencia de bienes. Al parecer era verdad lo que los empleados decían.

—¿Él no es un simple criminal? ¿Cómo pudo haberse apoderado de la compañía?

Su madre guardó silencio. Siguió mirando al vacío, ahora con sus brazos cruzados alrededor de su busto. Sunghoon llegó a pensar que no hablaría más, así que se dedicó a tratar de leer el contrato, al menos las partes que eran visibles.

—Te han quitado lo que te pertenece por derecho propio.— dijo su madre de repente, el tono de su voz un poco más bajo y distinto.

—¿Por qué dices eso?

—Ya no heredarás la compañía.— Jihyo se alejó finalmente de la ventana, acercándose a él con expresión afligida.— No tenemos nada. Todo se lo ha llevado ese animal. Sus sucios trucos fueron más de lo que pudimos manejar.— Se detuvo frente a él, apoyando una de sus delgadas manos en la mejilla del menor.— Lo siento tanto por no haber podido proteger lo que te pertenece, hijo.

Sunghoon frunció el ceño.

—Pensé que la compañía sería de Minho. Yo no soy tu hijo.

—No digas esas cosas.

*.✧ No se admiten mascotas!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora