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Chan sabía que había algo en aquel humano que no le gustaba. Es decir ¿Qué humano, en su sano juicio, estaría metido en aquel bar? ¿A aquella hora? Claramente uno muy sensato no podía ser.

A Chan le era un poco difícil ubicar por qué ese humano le daba mala espina. Porque sí, notaba que era un humano, a pesar de que todos en aquel lugar tuvieran la misma apariencia. La peste a humano común corriente que desprendía su cuerpo era como un enorme cartel de neón colgado sobre su cabeza.

Cualquier híbrido con dos dedos de frente lo notaría.

Tal vez era esa actitud totalmente desenfadada, o su risa, esa risa que se oía tan falsa, tan irritante, mientras su rostro, en cambio, irradiaba la más pura felicidad. O serían sus ojos. Mientras no sonreía, sus ojos parecían ocultar galaxias dentro de ellos, eran unos ojos oscuros y profundos, innegablemente hermosos.

Había algo que si admitía. Sus ojos eran lindos. Dijeran lo que dijeran, los híbridos gustaban de los ojos de los humanos. Aunque estos no notaran diferencia alguna, los híbridos si lo hacían, y podían llegar a ser demasiado bellos.

Como esos.

Chan odiaba a los humanos. Los detestaba.

Y era un sentimiento que muchos híbridos compartían con él.

Aun así, eso no quitaba que se supiera aprovechar de ellos.

Si aquel humano estaba allí, solo podía tener un objetivo: Divertirse. Así que se acercó a él, directamente, sin ningún rodeo o disimulo, dejando salir sutilmente su olor para dejar las cosas claras.

Él quería a ese humano.

Lo que hiciera con él era asunto únicamente suyo. Sabía que nadie lo iba a contradecir, al menos nadie allí presente.

En el mundo de los híbridos había dos cosas que se respetaban por encima de las demás.

Una: los machos alfa.

Y la otra: los grandes felinos.

Y resulta que Chan era ambas cosas.

Su humano seguía sin notar nada, allí, junto a la barra. Conversando con un híbrido omega. A Chan no le resultaba precisamente atractivo ni nada, pero sabía que un humano indefenso, siempre es una buena oportunidad. Aquel humano lucía bien, ropa cara, peinado elegante, relajado, tranquilo, probablemente ni siquiera tuviera idea del lugar donde estaba metido. Era la primera vez que Chan iba a ese bar, pero sabía perfectamente la clase de lugar que era. No por gusto estaba en los barrios bajos, en la zona donde los híbridos deambulaban libremente, sin ningún control. De hecho, le extrañaba que nadie hubiera intentado nada con aquel humano.

Y esa era otra cosa que le daba mala espina.

El omega junto al humano notó enseguida su aroma. Se giró a mirarlo, disimuladamente, arrugando un poquito su naricita. Ese híbrido tampoco era de por la zona, tenía olor a varios humanos encima, una mezcla rara de oler por aquellos lares. Por su aroma se dio cuenta de que era un zorro omega. Nunca había visto un zorro de cerca. Mirándolo bien, era lindo, era un omega muy lindo, y, por debajo de esa mezcla rara de olores humanos, tenía un olor suave, como a almendras y flores. Ese era un omega que valía la pena. Aunque era más que obvio, por los aires que se daba, que no era un omega que fuera simplemente a irse con el primer alfa que le pasara por delante, a pesar de no estar marcado, solo por aquella mirada altanera, se notaba que era un partido difícil.

Pero no importaba. Lo que llamaba la atención de Chan no era el omega delgado y lindo. Era el humano. Y ya todos allí lo tenían claro. Cuando solo lo separaban unos pasos de los dos chicos, vio como el omega le susurró algo al humano, quien se giró justo a tiempo para no ser sorprendido por la presencia de Chan.

*.✧ No se admiten mascotas!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora