Nadie se atrevió a cruzarse en el camino de Lee Jihyo mientras se apresuraba de vuelta a su oficina. El sonido seco de sus tacones contra el pulido suelo creaba un golpetear monótono y rápido, como un metrónomo ansioso. Todo el mundo sabía que estaba enojada. Ya la experiencia les había hecho saber que cuando la señora Lee se agitaba, perdiendo la compostura que usualmente tenía, era porque algo no le había salido bien. Interferir en ese momento podría costarle el trabajo a cualquiera.
Así que la señora Lee llegó a su oficina siendo recibida por el absoluto silencio de su asistente personal y del guardia de seguridad. Los comentarios respecto a lo que había sucedido hacía unos minutos en la zona de descanso ya recorrían el edificio entero a modo de mensajes de texto y tweets. Si ya la presencia allí del hijo mayor y heredero de la familia Lee era algo bueno sobre lo cual chismear, el que dicho chico hubiera tenido un ataque mientras veía televisión en la zona de descanso era incluso mejor.
Y ella lo sabía.
Se lanzó sobre su silla, haciéndola rodar hasta llegar al extremo y tomar el teléfono que tenía en su escritorio. Marcó rápidamente después de fijarse en el número inscrito en una gastada tarjeta de presentación. Sus uñas golpetearon sobre el cristal hasta que la llamada fue tomada.
—¡Te pagué treinta mil dólares para que lo hicieras! ¡Dólares! ¡Era solo un jodido híbrido infeliz! ¿Por qué demonios no está muerto aún?— su voz sonaba descontrolada, casi a gritos.
—Señora Lee...— la voz del otro lado habló con una calma pasmante.— Estaba a punto de llamarla esta mañana... vera... el precio por las figuras públicas es un poco más alto que eso...
—¿De qué hablas? ¡No es una figura pública! ¡Es solo un animal!
—Tal vez eso era hace unos días, pero ahora es casi una celebridad.
—Bien, lo que sea... Diez mil más, pero lo quiero muerto esta misma noche.
—Creo que no me hice entender, señora Lee.
—¿Qué? ¿Quieres más? Pedazo de...
—Dije que había estado a punto de llamarla, pero no lo hice.
—¿A qué te refieres?
—Digamos que recibí una contraoferta mejor hace un par de horas.
—¿Contraoferta?— Jihyo frunció el ceño, a la vez que apoyaba su codo sobre la mesa y se sobaba una de sus sienes.— ¿Quién demonios puede haberte hecho una contraoferta?
—¿Quién fue?... eso no lo sé, mi identificador de llamadas a estado funcionando un poco mal últimamente.— dijo sarcásticamente.— Lo que sí sé es que no voy a matar al chico híbrido.
—¿Estás fuera de tu mente? ¡Te di una orden!
—No recuerdo que me hayas parido como para darme órdenes, perra.— a pesar del insulto, la voz del otro lado de la línea seguía sonando suave y compuesta.
—¿Me llamaste...?
—Sí, te llamé perra. Ahora escúchame bien claro. Si querías que hiciera ese trabajo, deberías haberme dicho antes que ese chico estaba bajo la protección de la mafia. La llamada fue en nombre de ellos. Me ofrecieron diez grandes a cambio de dejar al chico en paz, por supuesto, con la advertencia de que me meterían una bala en el cráneo si no tomaba la oferta. Así que me tendrás que disculpar, pero tengo muy pocos principios y uno de ellos el de no arriesgar mi vida por gusto, y la mafia me parece un riesgo suficientemente grande.
—¿Me estás queriendo decir que la mafia te pagó para que no lo mates? ¿Qué mafia?
—La mafia de los híbridos.
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*.✧ No se admiten mascotas!
Fanfiction¿Qué hacer cuando lo peor que te puede pasar por la mente es justo lo que te sucede? Esa fue la pregunta que se hizo Hyunjin en el instante en que conoció a Minho. En el instante en que puso su mundo de cabeza. Porque Hyunjin era un híbrido, y a M...