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Felix apoyó su mentón sobre sus palmas y sus codos sobre la superficie de la isla que había en el centro de la cocina de Changbin. Frente a él, su alfa estaba absolutamente concentrado en picar los vegetales que usaría para cocinar.

La situación en sí, nunca le hubiera parecido posible, sin embargo, allí estaba él, mirando enternecido como su alfa, un jefe de la mafia, cocinaba la cena para los dos.

Changbin se había quitado la chaqueta de su traje, remangándose la camisa hasta los codos y usando un delantal en su cintura para ponerse a trabajar. Felix hubiera pensado, por lo increíblemente pulcra que lucía aquella cocina cuando la vio por primera vez, que Changbin ni siquiera ponía un pie allí. Pero, curiosamente, el alfa se movía con una soltura sorprendente, sabía dónde estaba cada cosa y lo hacía todo con precisión y calma, como si eso fuera cosa de todos los días.

Felix no pudo evitar pensar que tal vez eso sería agradable, poder comer seguido lo que Changbin cocinaba. Incluso con simplemente verlo cocinar se conformaba. De todos modos, su alfa era demasiado apuesto, demasiado. Así que no se quejaría incluso si la comida sabía a estiércol.

Aunque esperaba que no fuera el caso.

—¿Siempre cocinas para ti mismo?— preguntó de la nada, ansiando llenar con algo aquel curioso silencio.

Como si la sensación de estar a solas con Changbin y no estarse diciendo cualquier sarta de disparates fuera demasiado inverosímil. Changbin alzó levemente la vista de lo que estaba haciendo y sonrió un poco antes de contestar.

—A veces. Por lo general como antes de volver a casa.

—¿Y dónde aprendiste?— Felix arrancó una de las uvas que había puestas en un frutero frente a él y la miró distraídamente. Changbin seguía siendo su centro de atención.

—Solo aprendí, en casa... desde niño.

Felix puso la uva entre sus labios y la saboreó con calma, aún sin prestarle mucho interés. La infancia de Changbin le resultaba, por mucho, más atractiva.

—Donde vivías... ¿Tenías quién te enseñara a cocinar?— Felix trató de que su interés no se mostrara mucho, pero Changbin lo miró, algo dudoso de si debería seguir o no hablando.

—¿Quieres saber sobre esas cosas? ¿Sobre mi pasado?

Felix se encogió de hombros con un pequeño puchero.

—Si tantas ganas tienes de contármelo... por mí no hay problema.

Changbin rodó los ojos con una sonrisa. Felix estaba siendo demasiado tierno para su salud. A ese paso, cualquier impresión genial que pudiera haberle dejado se iba a desvanecer en menos de lo que se demoraba decirlo.

—No creo que sea precisamente así.

—¿Tu mamá te enseñó?— agarró otra uva, ignorando las incipientes quejas de su alfa y solo acomodándose para escuchar.

—No.— Changbin negó, terminando de picar los vegetales y apartándolos, usando sus manos y la superficie del cuchillo.— Nunca conocí a mi madre.

Felix no se extrañó con esa información. De hecho, se hubiera extrañado más de oír lo contrario. En su mundo, y seguramente en el de Changbin, eso no era nada raro.

—¿Entonces...?

—Era huérfano, tirado en una casa de acogida, como tú.

—¿Cómo pasas de estar en un lugar de esos a... a ser Seo Changbin?

El alfa ladeó la cabeza a la vez que se daba la vuelta para buscar otros ingredientes que necesitaba.

—Fue cuando comenzó todo el asunto de ayudar a los híbridos a superarse y toda esa mierda. En la época en la que adoptar un híbrido era bien visto por la opinión pública. El humano que me adoptó era... digamos que era una persona que quería verse como todo un filántropo frente a la prensa.

*.✧ No se admiten mascotas!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora