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Sí, estaría ahí para él. Lo haría. Pero, a medida que pasaban los minutos y el silencio entre ellos se hacía más pesado y denso, Felix sintió su voluntad flaquear.

No podía simplemente ignorar los sentimientos revueltos de Changbin. No cuando su alfa siempre había sido el más estable de los dos, siempre parecía inmune a todo, como un ser de hierro incapaz de ser perturbado. ¿Cómo podía ignorar la inseguridad en él? ¿O el leve temblor en sus dedos al sostener el volante? ¿O el penetrante olor a pólvora en su ropa?

No podía ignorar nada de eso.

Hacía un rato, en aquel momento en que Changbin había dejado de bloquear sus emociones, a través del enlace le había llegado demasiado dolor, demasiada angustia y preocupación. Era obvio que había sucedido algo, y ni Changbin ni nadie debería pasar por ese tipo de cosas solo.

Llegaron a casa de Changbin, aún envueltos en ese silencio que parecía hacer el aire más difícil de respirar. Changbin lo trataba con suavidad. Fue extremadamente gentil al abrir la puerta del auto para él. Caminaron juntos hasta la casa y Changbin fue a su lado, solo poniendo una mano cuidadosamente en su espalda, la vista ligeramente gacha y cansada, como si realmente no quisiera hablar.

—¿Ya has cenado?— la voz apagada del alfa lo sacó de sus pensamientos. Se giró a verlo, Changbin se sacaba el saco con gesto cansado a la vez que lo dejaba sobre una de las butacas de la sala.

Felix negó con un movimiento de su cabeza, a lo que Changbin le dedicó una sonrisa ligeramente triste y besó su frente.

—Te prepararé algo.— le dijo, dirigiéndose a la cocina. Felix siguió tras sus pasos, pero casi sintió que su aliento se cortaba al ver como Changbin sacaba una pistola que había estado sujeta en su cinturón, con el mayor disimulo posible, guardándola rápidamente en uno de los estantes de la cocina.

Felix sabía perfectamente lo que Changbin hacía para ganarse la vida pero nunca, jamás, lo había visto cargando un arma. Algo había sucedido para que eso hubiera cambiado, y el hecho de que ni Jeno ni Jaemin estuvieran con él solo le restaba las dudas.

—¿Te gusta la pasta?— Changbin extrajo un paquete de tallarines del mismo estante, aún luciendo ligeramente inexpresivo.

Felix sabía que su propia expresión lucía perpleja, lo sabía porque Changbin le sostuvo la mirada, como si esperara sus palabras, consciente de que la pasta era el tema menos importante del que podrían hablar en ese momento.

—Changbin...

—Te dije que no hablaríamos de eso hoy.

—¿Por qué no?— Felix contestó, dejando sin querer que el tono preocupado de su voz lo delatara.

—Simplemente no quiero. No necesitas saber todo lo que sucede. De hecho, mientras menos sepas, mejor.

—No me interesa saber si tienes problemas con otro grupo, con la policía o con lo que sea. Quiero saber qué fue lo que te sucedió a ti.— Felix rodeó la isla que los separaba y se acercó a él, quitándole el paquete de tallarines y agarrando su rostro para obligarlo a inclinarse hacia a abajo y mirarlo.— Quiero saber por qué luces así, como si te hubiera pasado algo demasiado doloroso, algo que te esfuerzas por ocultar, por enterrar; porque puedo sentirte ansioso, todo revuelto, aun si intentas bloquear nuestro enlace. Soy tu omega, Changbin...

—Eso no significa que necesites saberlo todo.— Changbin agarró sus muñecas y retiró sus manos suavemente.

—¿Acaso nunca me vas a considerar como alguien lo suficientemente importante como para saber sobre ti?

—Solo comamos la bendita pasta, Yongbok.

—No.— Felix cruzó sus brazos sobre su pecho y se mantuvo firme frente a él.

*.✧ No se admiten mascotas!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora