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La soledad nos puede aterrar hasta llegarnos a apresar sin intenciones de dejarnos escapar.

Aveces somos nosotros mismos los que nos encarcelamos y de la celda de la soledad no queremos escapar aunque la cerradura sin llave está.

Yo no tenía miedo de la soledad, hasta que llegó él y me la hizo conocer.

Luego yo mismo me dejé morir dentro de esa celda oscura y fría. Sabía que podía irme si quisiera, el tema era que no quería.

Me sentía tan cómodo ahí dentro.

En soledad no corres el riesgo de que alguien te lastime y te vuelva trizas.

Entonces llegó el segundo y todo en él, desde la primera vez me hizo olvidarme de la comodidad y comencé a seguirlo sin siquiera esperar que me podría llegar a encantar.

Ya no estoy en esa celda, pero en cualquier momento podría regresar, ya que todos se van.

Ahora sí tengo miedo a la soledad aunque comodidad en ella he llegado a encontrar.

Anónimo M.

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—¿Ya estás listo? ¿Qué estás escribiendo? —pregunté entrando a la oficina de Minho.

Caminé y me detuve estando a su lado. Ya se había alistado y estaba todo vestido de negro.

Diría que ese color le queda espectacular pero la verdad es que todos los colores le quedan espectaculares.

—Oh nada, puras tonterías —me dijo Minho levantándose de su asiento. —¿Cómo puedes ser tan hermoso?

—Gracias, lo mismo te pregunto yo —le dije algo apenado. —¿Nos vamos?

—Si, vamos.

En el camino fuimos escuchando música mientras que al mismo tiempo Minho iba hablando de que debía grabarse el camino para no tardar mucho ni dar tantas vueltas cuando tenga que venir a buscarme al trabajo.

No quiero decir o hablar como si ya tuviera el trabajo porque existe la posibilidad de que no lo obtenga y pensar en eso me pone algo triste.
Necesito el trabajo si o si pero bueno, espero que si no es este pueda conseguir otros.

Espero de verdad que esta noche vaya bien, que todo sea positivo y de disfrute.
Trataré de no hacer caso a esos pensamientos fugaces llenos de desconfianza.

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Llegamos, el sitio no queda tan lejos y me parece que eso es bueno. También se nota que hay mucha seguridad en todos lados.

—¡Amo cuando estás borracho! —gritó Minho bajando del auto.

—¡Minho! No grites esas cosas, loco —dije corriendo hacia él y tapándole la boca con mis manos. —¡Cochino! —chillé luego de Minho pasó su lengua por la palma de mi mano.

—Cochinadas son las que te haré esta noche en mi cama —habló Minho tomando mis manos y luego me besó.

Minho comenzó a caminar mientras me sujetaba de la cintura sin despejar nuestros labios.
Cómo yo estaba caminando hacia atrás tenía miedo de caerme así que tuve la intención de dar fin al beso pero Minho me lo impidió.

𝑀𝑒𝑡𝑎𝑛𝑜𝑖𝑎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora