Capítulo treinta y dos

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 Después de un tiempo imposible de estimar el beso se cortó lento, con rastros persistentes de una dulzura y sensualidad irrefrenable. Los ojos de Lan XiChen se cerraron momentáneamente, absorto en las sensaciones que aún permanecían en su piel y en el filo tembloroso de su boca.

 La tensión fue tan maravillosamente intensa antes, que aquel momento de calma final no parecía real. Se sintió algo mareado. Todo resultó de una forma tan repentina que inmediatamente después, sin notar siquiera cómo o porqué, y antes de poder serenar incluso los latidos de su corazón, perdió el sentido y cayó abrupta y pesadamente en la inconsciencia.

 Cuando el Lan recobró el sentido nuevamente, no se sintió mejor. Todo seguía dando vueltas a su alrededor de manera algo borrosa y su mente se mantenía bastante dispersa. Cerró los ojos una vez más y los abrió con torpeza y adormilada lentitud. Aturdido, parpadeó de forma repetida sin sentirse mejor en absoluto. Observó su entorno con dificultad y dejó escapar un suspiro ligero. Se sintió profundamente aliviado, porque aún se encontraba en la habitación del anillo.

 Luego de reconocer de un simple vistazo el lugar, quiso moverse, pero de alguna forma resultó una tarea casi imposible.

 Descubrió que apenas podía maniobrar en aquella cama, a causa de la restrictiva debilidad de sus extremidades y de todo su cuerpo, inesperadamente falto de fuerzas. Se sorprendió enormemente porque recordó, tras un instante de inquietud, cada momento luego de ingresar en aquel lugar con una claridad implacable. Sin embargo, ahora mismo estaba de aquel modo y nada en su mente parecía tener sentido.

 Sus ojos ansiosos recorrieron la habitación familiar y buscaron precipitadamente al joven de violeta, al encontrarlo se sintió aún más perplejo si es que eso se podía. Jiang WanYin estaba recostado casual y tranquilamente contra la biblioteca mientras sostenía en sus manos un libro que no leía. El hombre mantenía los ojos cerrados y parecía estar sumido en una profunda meditación.

 Lan XiChen estaba confundido, adolorido y muy mareado. No tenía idea alguna acerca de lo que había ocurrido con él, luego de aquella intensa intimidad con el líder Jiang, y a decir verdad tampoco parecía haber rastro alguno de que algo como eso hubiera sucedido entre los dos. Solo la escena mental, vívida y real, quedó persistentemente impresa en su memoria, y se asustó por primera vez en mucho tiempo.

 Realmente sucedió, ¿verdad? Lan XiChen dudó sin poderlo evitar.

 ¿Podría ser que tal vez todo fue un sueño? Más bien, no fue aquello una alucinación causada por la máscara o un efecto provocado por el veneno, ¿verdad?

 Jiang Cheng, ajeno a sus pensamientos, pareció ser alertado por alguna cosa, abrió los ojos y lo miró directamente. Aunque no reveló nada en absoluto que pudiera despejar sus dudas, en aquella silenciosa y profundamente reflexiva mirada.

— ¿Está usted despierto? —preguntó el hombre con suave vaguedad.

 Su expresión serena y compuesta hizo desconfiar a Lan XiChen todavía más. Jiang Cheng se comportaba de una forma tan apropiada que la seguridad que tenía sobre sus recuerdos vaciló de forma involuntaria, mientras inconscientemente se volvía a preguntar, de forma casi insistente, si aquello realmente pasó.

 Su corazón dolió como si hubiera estuviera siendo comprimido, porque una dolorosa idea surgió de repente. Tuvo el presentimiento acerca de que tal vez Jiang Cheng solo estaba fingiendo en realidad, y simplemente seguía pensando que lo que había ocurrido era una consecuencia más de la máscara. A decir verdad, tenía la sensación de que Jiang Cheng no pareció tomar en serio sus palabras e incluso ahora mismo se negaba a aceptarlas.

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