Capítulo catorce

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 Mientras cultivaba, Jiang Cheng neutralizó lentamente las toxinas que aún podrían quedar en su cuerpo.

 Tenía la piel completamente bañada en sudor frío, pero ya no sentía aquel horrible dolor que le hacía apretar los dientes. Aunque todavía sentía las extremidades jodidamente débiles. Quizás por eso cuando se levantó repentinamente de la cama, sus piernas no pudieron soportar el peso de su cuerpo y estuvo a punto de colapsar.

 Si ZeWu-Jun no hubiera estado atento, probablemente habría acabado de una forma vergonzosa en el piso.

 Se sintió terriblemente humillado porque no se consideraba una persona débil en lo absoluto, pero ahora mismo su orgullo estaba siendo apaleado brutalmente.

 Sin embargo, Lan XiChen, ignorante de sus pensamientos y asustado a muerte, removió sus ropas para verificar que la herida no hubiera empeorado por su negligencia. Pero lo hizo de una forma tan feroz y desesperada, que lo descolocó por un violento y aterrador instante.

— Estoy... estoy bien —dijo en un susurro bajo que sonó dolorosamente tembloroso en sus oídos.

 Realmente estaba bien. Podía mantenerse en pie sin ayuda y tratar, sobre todo, de evitar perder más cara. Además, no podía evitar pensar que ZeWu-Jun estaba siendo demasiado extremista. Tragó duro porque se sentía demasiado sensible y consciente debido a su proximidad. El chico estaba condenadamente cerca y sus movimientos eran demasiado ásperos. Sorpresivamente íntimos.

 Lan XiChen aún sostenía con manos temblorosas el cuello de su túnica abierta, luego de aquel súbito arrebato, y eso hacía que su mente se volviera un lío en proporciones monumentales, tanto que sus propias emociones lo violentaban insoportablemente. Lo mantenían intranquilo. Asustado y jodidamente confundido.

— Mantengámonos en alerta al salir —dijo grave, mientras intentaba poner sus ropas en orden y conservar su distancia. Desenvainó a Sandu y accionó, al mismo tiempo, el mecanismo interno de la sala para salir de una vez de aquella sofocante habitación.

 Sin embargo, no notó que algo estaba mal. Lan XiChen no lo estaba mirando directamente. Es más, no sacó tampoco su espada y no parecía haber oído para nada su advertencia.

 Su desconcierto se incrementó al sentirlo inclinarse bruscamente hacia adelante sin la mínima vacilación, a la vez que la niebla dentro de aquel lugar se ponía en movimiento y comenzaba a envolverlos.

 Sintió el cálido y suave aliento de XiCheng en el rostro. Sintió, con un profundo estremecimiento, cómo su respiración se volvía cada vez más desigual, los ojos fijos del chico le miraban la boca con intensa avidez y Jiang Cheng no sabía que pensar o cómo actuar. Su propia respiración empezó a sentirse más irregular ante aquella feroz mirada e incluso podía escuchar a su estúpido corazón latir más rápido. Su pulso acelerándose de forma incontrolable. En ese momento tuvo un vago presentimiento sobre lo que ocurriría a continuación, sin embargo no lo evitó. Muy por el contrario... el cuerpo entero le tembló en absurda anticipación.

 ZeWu-Jun lo besó.

 Por un instante fue incapaz de comprenderlo. De procesarlo. Todo se detuvo a su alrededor en el momento en que sus bocas se presionaron juntas. Su mente quedó por completo en blanco. No hubo resistencia. No hubo reacción. La inesperada maniobra desintegró todas sus defensas.

 Sólo podía sentir la dura caricia de los labios de Lan Huan contra los suyos, y a esa boca que se movía con impaciencia, con sensual voracidad, como si no pudiera contener las ansias de devorarlo.

 Jiang Cheng estaba perplejo. Absolutamente conmocionado.

 Pero, de forma inesperada (incluso para sí mismo) respondió al beso con torpeza.

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