Capítulo treinta y nueve

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Por un instante todo pareció detenerse, salvo el correr errático y desesperado de ambos corazones que latían al unísono como gemelos. 

 Fue como si ninguno de sus dos órganos soportara su claustro y quisieran escaparse del invulnerable calabozo que eran sus pechos.

 Jiang Cheng se sintió confundido por un breve instante, pero sus sentidos en tensión sintieron, en ese beso prolongado y tembloroso, una familiaridad incuestionable. Conocía muy bien el sabor y la suave textura de esos labios que se movían sobre los suyos tentativamente, como si lo sondearan. 

 No podría ser engañado ni en ésta ni en otra vida. 

 La calidez y la imprudencia eran similares.

 La ferocidad y la significativa dureza de ese beso crudo habían sido grabadas fuertemente. Impresos en él, en su piel y su carne. Hasta en la sangre y huesos. Todo él podía reconocer a la perfección la caricia de esa boca desconocida y familiar a la vez.

 No sabía cuál era la verdadera intención de aquella persona al robarle un beso de esa forma furtiva, espontánea y tan impactante, pero inesperadamente tampoco le importó. 

Ni siquiera consideró que estaba claramente escondiéndose bajo la apariencia de alguien más. 

Jiang Cheng en un descuido inconsciente, y por demás negligente de su parte, simplemente profundizó el beso. 

 Había muchas cosas que debían ser analizadas y contempladas con tiempo y calma, pero no sentía deseo alguno de detenerse a pensar.

Ya no quería huir de lo que sentía.

 Los labios de la muchacha en sus brazos se abrieron con un jadeo involuntario al ser atrapada con la guardia baja por la honesta e inmediata respuesta a su beso. 

 Parecía no saber cómo reaccionar cuando lo sintió corresponder con ansiedad a su torpe beso y él, eufórico por haberla tomado desprevenida, lanzó una ofensiva agresiva e implacable sobre su boca. 

 Aunque ‘ella’ fue tomada por sorpresa, no parecían faltarle habilidades y no le cedió el control del todo. 

 No había en la mujer una real resistencia, simplemente se sintió como una lucha de igual a igual, como si la soberanía del beso no fuera lo único que estuviera en juego.

 Jiang WanYin le invadió la boca a la niña de forma temeraria y el beso se volvió aún más crudo, intenso e impaciente. 

 Incontrolable. 

 Una puerta se había abierto para él y ya no había manera de hacerlo volver atrás. No había escapatoria ni forma de poder volver a someter eso que tiraba de WanYin como un imán hacia la otra persona. 

 Jiang Cheng la sintió gemir con una gravedad y con un grueso ronroneo, ajenos por completo a la reacción de una niña tan pequeña y femenina, y sonrió casi perversamente. 

 Le mordisqueó los labios al tiempo que sentía como las piernas de la joven perdían algo de firmeza y se aferraba a su túnica para intentar restablecer su equilibrio.

 Sin embargo, no eran de ella las reacciones que quería ver casi con una cruel y sedienta ansiedad. Por ello mismo, rompió el beso y, viéndose decidido, la sujetó del brazo mientras tiraba de ella y la llevaba con él hacia algún lado.

 El desconcierto de la pequeña mujer era crudo en su mirada y en sus movimientos inseguros. Se intensificaron gradual y poderosamente cuando el cultivador la llevó, sin detener la marcha y sin darle ningún tipo de explicación, hacia la posada dónde WanYin y ZeWu-Jun se hospedaban en aquella villa.

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