Capítulo trece

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 Jiang Cheng soltó un largo gemido.

 Todo el cuerpo del Lan se tensó con violencia. La mano que estaba a punto de comenzar a vendar la herida, luego de que el humo se disipase, quedó suspendida en el aire, olvidando momentáneamente su propósito.

 Fue un instante. Tan sólo un parpadeo. Tan efímero y fugaz que si alguien lo hubiera visto, dudaría. Habría pensado que había algo malo con sus ojos. Solamente Lan XiChen sabía en realidad cuánto se vio afectado por la espontánea y honesta reacción del chico a su lado.

 Sin embargo, en un momento envolvió con manos firmes el brazo y hombro de Jiang Cheng, junto con su sólido pecho para mantener una fija restricción sobre la herida.

 Su autocontrol era excesivamente alto, sino entonces de qué otro modo se explicaba cómo podría haber actuado con aquella aparente calma si por dentro estaba pasando por un feroz e infernal caos.

 Incluso si su rostro nunca lo mostró, ¿cómo podría ser sereno su mundo interior?

 Cuando hubo acabado, dejó aquel lugar en la cama y se alejó a una distancia considerable.

 Jiang WanYin empezaba a verse con mejor aspecto y estaba visiblemente más relajado. Pero él... él sentía que podría estallar en cualquier momento.

 Una desconocida ansiedad le quemaba la piel de adentro hacia afuera. Los latidos de su corazón conmocionado estaban totalmente fuera de control. No lo había notado tampoco, pero incluso había estado conteniendo la respiración, y sólo cuando estuvo a una distancia prudencial pudo al fin expulsar todo el aire que sus pulmones retuvieron de forma inconsciente.

— ¿ZeWu-Jun? —indagó Jiang Cheng al sentir sus extraños movimientos. La altiva voz aún era débil, pero estaba cargada de preocupación.

 Lan XiChen se encontraba de espaldas. Las manos le temblaban incontrolablemente, y las apretó en un fuerte puño. Había cerrado en un impulsivo arrebato, también, los ojos en un intento por mantener la calma, la compostura. Sin embargo, parecía imposible. Por más que invirtió todos sus esfuerzos en serenar los latidos frenéticos de su corazón, la voz del chico perforó sus defensas, y su mente y corazón se vieron envueltos en un inestable estado una vez más.

 Se mordió con ferocidad el labio inferior, asintiendo a su inquietud con un cabeceo. Sin emitir ningún sonido.

 Durante mucho tiempo no logró controlarse.

 ¿Qué en el mundo estaba mal con él? ¿De qué se trataba esta ridícula anormalidad en su comportamiento? ¿desde cuándo se volvió así de patético?

 Silenció las insistentes quejas en su cabeza. No quería detenerse a pensar.

 Se dirigió al lado opuesto del chico y sentándose en el suelo, adoptó la postura de flor de loto. Con una lenta respiración, intentó comenzar a cultivar, despejando su mente de todo pensamiento, esperando a la vez que Jiang Cheng siguiera su ejemplo. El chico todavía debía descansar y recuperarse, porque, a pesar de haber tratado lo mejor posible la herida, no sabía que tan agresiva podía ser una huella como aquella en su cuerpo.

 Además, dadas las características de la cámara, básicamente lo único que podían hacer era esperar pacientemente.

 Sin embargo, pronto comprendió que no podría mantener su mente en blanco. No podía de ningún modo quitar esa arraigada intranquilidad de sus sentidos recelosos.

 Abrió de forma secreta los ojos y observó al Líder Jiang entrar tranquilamente en un envidiable estado de relajación. Casi suspiró en frustración porque era imposible para él obtener tal grado de distensión en ese reducido lugar y con el chico tan cerca y bajo aquel estado de vulnerabilidad.

 No creyó tener que volver alguna vez allí, reflexionó incapaz de poder concentrarse lo suficiente para meditar. El mismo Jiang WanYin le había dicho a el Líder de Secta Nie que aquel sitio jamás se volvería a utilizar. Estaba seguro que así habría permanecido sino hubieran sido atacados, convirtiéndolo así en su último recurso. Aunque no explicó a Nie HuaiSang -ni a nadie más- los puntos más curiosos del anillo, como cuál era realmente su propósito o porqué sólo los dos pudieron entrar en aquella cámara.

 Y Lan XiChen no podía descifrar si sólo estaba siendo reservado o groseramente evasivo.

 Cómo ocurrió anteriormente, cada minuto dentro de la habitación se sentían como una dilatada tortura a la que su corazón no podía terminar por acostumbrarse.

 ¿Luego de una hora los Lobeznos ígneos se dispersarían?, se preguntó a sí mismo abstraído. Era muy probable. Incluso antes de seguir al Líder Jiang en el bloqueo, pudo ver no muy lejos el sendero que los llevaría hacia el exterior del bosque, por lo que no le preocupaba demasiado la situación del grupo. Confiaba en que pudieran salir sin correr peligro. Es más, ahora mismo los clanes ya comenzarían a organizarse para dar caza a las bestias.

 Su ceño se frunció levemente. Aún tenía muchas dudas acerca de aquella manada en QingHe, sobre el lobo adulto que los emboscó. Se sentía intranquilo acerca de ello. Pero, por sobre todo, y aunque quisiera resistirse, estaba todavía más curioso por la inesperada reacción del Líder Jiang.

 Mientras los minutos pasaban con lentitud sus ojos no se apartaron en ningún momento del rostro concentrado del chico.

 Por más que evitó seguir con aquel último pensamiento no podía dejar de percibir que lo llenaba cada vez más de incertidumbre. Algo escondido en su interior quería rebelarse cuando pensaba en ello, pero no le daría la oportunidad. Quizás no de manera intencional.

— Creo que una hora ya ha transcurrido

 La profunda y sorpresiva voz del Líder Jiang envió un sutil escalofrío en su columna vertebral.

 Se había quedado tan absorto mirando el rostro del chico mientras recuperaba energía espiritual que se sobresaltó al escuchar su voz. Su reacción fue rápida y desvió la mirada un instante antes de que abriera los ojos.

 Lan XiChen asintió, ligeramente avergonzado. Al retirar la mirada finalmente notó que la neblina que rodeaba las paredes se encontraba más inquieta, como si estuviera lista para transportarlos de regreso.

 Se levantó de aquel lugar en el suelo para llegar al interruptor que se encontraba junto al chico.

 De forma automática y con prisa se acercó al Líder Jiang cuando este perdió estabilidad al incorporarse de la cama. Al parecer aún no se hallaba en buenas condiciones. Su pecho se apretó. Le preocupó enormemente porque no debería encontrarse tan débil luego de las primeras curaciones. La expresión de Jiang Cheng era rígida e intentó zafarse de su agarre, pero no pudo hacerlo. Lan XiChen le abrió la túnica con manos temblorosas. 

 Se había sentido profundamente preocupado y ansioso sin sentido. La herida no supuraba y si quitara la venda notaría que incluso, y en realidad, mejoraba minuto a minuto.

— Estoy... estoy bien —le susurró cerca, demasiado cerca. Aterradoramente cerca.

 Lan XiChen inesperadamente sintió un sádico placer al oír su voz volverse suave y temblorosa.

 Su boca estaba algo seca y era incapaz de quitar sus ojos de los labios ligeramente entreabiertos del muchacho de violeta. Éste masculló algo que, aún en aquel diminuto espacio que había entre los dos, no oyó en lo absoluto.

 Todo a su alrededor se vio reducido a esa boca.

 Como si hubiera sido poseído se inclinó ligeramente y presionó sus labios juntos en un suave y dulce beso que dio vueltas su mundo.

Loto blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora