Capítulo doce

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 Jiang Cheng estaba aterrorizado por la sorpresiva y súbita maniobra de Lan XiChen, pero no pudo moverse siquiera un jodido centímetro de sus brazos debido a la monumental demostración de fuerza del chico.

 ¿Cómo demonios era tan malditamente fuerte una persona con una apariencia tan refinada y suave?, se preguntó desconcertado.

 Sin poderlo prever, y aún ejerciendo una resistencia que fue ignorada, fue cargado por el chico hasta la cama. Sus impotentes quejas y forcejeos fueron demasiado débiles. Simplemente inútiles y vanos, y sólo sirvieron para acrecentar su dolor, que ni siquiera la vergüenza logró mitigar. El ardor en su hombro se acentuó como si estuviera siendo presionado ferozmente bajo un hierro candente.

 Después de todo una quemadura maldita no era una herida menor.

 Había olvidado que aquellas bestias solían llamarlas, también, Lobeznos infernales a causa de las características anormales de su pelaje llameante, donde su poder altamente corrosivo parecía salido de las mismas entrañas del infierno. Por eso mismo la abrasiva lesión podía traerle complicadas consecuencias si no se trataba con inmediatez.

 No pudo evitar sentirse todavía más preocupado debido a que se trataba de un lobo adulto y era imposible predecir en que modo podría afectarlo finalmente aquella lesión.

 Apretó los labios con fuerza para impedir soltar un jadeo involuntario por el dolor y todo su interior se estremeció sabiendo que todavía tenía una hora de obligatorio confinamiento dentro de aquel condenado sitio.

 Para su desgracia, y aún sintiéndose profundamente humillado por ser llevado de forma tan vergonzosa, fue depositado con sumo cuidado sobre las blancas mantas. Consideró que estaba perdiendo mucha cara y de algún modo comenzaba a sentirse terriblemente irritable.

 Sin embargo, sus ojos endurecidos chocaron con aquel rostro gentil y se ampliaron confusos.

 Lan XiChen tenía la mirada velada sobre él. Un matiz oscuro brillaba en la profundidad de sus siempre amables ojos, y Jiang Cheng tragó duro sin saber exactamente porqué. Vaciló cuando las manos del chico se acercaron al cuello de su túnica con firmeza, como si tuviera la intención de desvestirlo.

 Entró en pánico.

 Retrocedió con prisa, alejándose instintivamente lo más posible. Su espalda chocó contra la cebecera de la cama en el retroceso, completamente perplejo.

— ¿Pero qué dem...?

— La herida —susurró el jade, interrumpiendo su alarmada maldición. Su expresión era suave y paciente, sus ojos volviendo a ser cálidos y gentiles sin rastro de su anterior extraño cariz. Sin embargo, su voz sonó varios grados más profunda, casi grave—. Líder Jiang tranquilícese... debo tratarla antes de que sea demasiado tarde.

 Una insidiosa confrontación verbal murió en los labios de Jiang Cheng, que quiso golpearse casi de inmediato por sus pensamientos ridículamente desordenados e impropios. Sentía como el calor se extendía sin reservas por todo su rostro, avergonzado por su preocupación excesiva. Totalmente sin sentido.

 Comprendió que no aceptar su ayuda sería irrisorio, y el sólo hecho de rechazarla por sentirse simplemente avergonzado no era una excusa demasiado racional si lo único que el chico quería hacer era tratar su lesión.

 Asintió, evitando mirarlo a los ojos.

 Sin embargo, no pudo apartar la mirada de sus blancas y delicadas manos, mientras se hacían cargo de su ropa.

 Sentado a un lado de la cama, Lan XiChen se concentró en abrirle la túnica y quitar las prendas superiores, exponiendo la quemadura que había adoptado ya un color rojo oscuro, tornándose perturbadoramente cada vez más turbio. La marca se había extendido lento, tomando sin prisas una gran parte del hombro y el antebrazo derecho.

 Aunque fue sólo un roce leve, Jiang Cheng podía sentir las consecuencias de las corrosivas flamas negras expandiéndose en su piel como un letal veneno.

 ¿Cómo tratar con una herida semejante?, no lo sabía, pero esperaba que Lan Huan tuviera una idea aproximada.

 El chico repasó con la punta de sus fríos dedos los bordes de la zona irritada. Con detenimiento y en una lenta inspección. El suave examen le produjo un peculiar hormigueo e internos temblores, que intentó ignorar sin conseguirlo. Lan XiChen también titubeó pero sólo un instante, algo pensativo, luego rebuscó entre sus mangas un diminuto recipiente que contenía un medicamento que Jiang Cheng desconoció. El extraño polvo blanco, en contacto con su piel, comenzó a despedir una voluta de humo pálido que envolvió por completo la quemadura.

 Sintió un ligero escozor y cosquilleo en esa área, instantes más tarde una placentera sensación de frescura contrarrestó de manera formidable la sensación paralizante y ardiente, entregándole algo de calma. El medicamento era realmente efectivo. Cerró sus ojos brevemente a causa del alivio y la sensación de comodidad lo hizo gemir de forma involuntaria.

 Con los ojos fuertemente cerrados fue incapaz de ver que aquella pequeña acción generó en el ceño fruncido y en la solemne serenidad de Lan XiChen una brusca transformación.

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