Capítulo treinta y seis

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 Aquella planta utilizó, como lo hacía habitualmente y de forma exitosa, la súbita debilidad en sus presas por el efecto afrodisíaco y engulló ferozmente hasta quedar tan henchida y satisfecha como posiblemente no le había pasado antes. Luego, se retiró entre las sombras importándole poco los efectos secundarios que hubiera dejado en sus presas o cómo estas lidiarían más tarde con las toxinas residuales.

 Sin embargo, estos 'efectos secundarios' fueron el motivo ideal por el que los dos hombres intoxicados dejaron ir todas sus reservas y preocupaciones.

 Probablemente ninguno de ellos sabría decir quién había hecho un movimiento primero, pero tampoco se sintieron demasiado sorprendidos por el encuentro en el camino de sus bocas impacientes. Fue como si simplemente todo aquello fuera una conclusión inevitable.

 Los besos compartidos estaban llenos de calor, pasión reprimida e intimidad. Sobre todo intimidad y el reconocimiento de unos labios conocidos y ferozmente anhelados, ese sentimiento persistente que solo se obtiene tras la sensación de ansia desgarradora de dos amantes al sobrellevar la dolorosa latencia luego de una distancia prolongada.

 Gemidos temblorosos e incontenibles llenaban el área ahora desprovista de obstáculos y restricciones, pero ninguno de los dos notó su inesperada y actual libertad.

 Lan XiChen, sin detenerse a pensar en lo que hacía, le mordisqueó la boca y le separó los labios con suavidad. Ávido de su sabor, intensificó la presión del beso y tocó la lengua de WanYin con la punta de la suya. La lisa blandura le excitó al instante y le llenó de un calor aún más sofocante. Jiang Cheng tenía un cuerpo firme y fuerte, que no cedía al suyo. Ese indicio de firmeza resistente le hizo desear aferrarlo y atraerlo hasta moldearlo contra él.

 Ceñirlo fuertemente y no dejarlo escapar jamás.

 La temperatura entre los dos estaba alcanzando un punto alarmante. El sonido húmedo de sus besos voraces y sedientos y el contacto estrecho de sus cuerpos unidos, friccionándose de la íntima forma en la que lo estaban haciendo, los estaba volviendo lentamente delirantes de deseo.

 Sus mentes se habían vuelto un lío nebuloso lleno de calor, calor y más calor. Tan sofocante que incluso era difícil respirar. Aunque eso también era, en mayor medida, debido a la pasión de los besos sin tregua a los que se habían entregado sin más.

 Apasionados e incontrolables.

 Sin embargo, el Lan rompió el beso en un raro y breve instante de lucidez.

— Lo sientes, ¿verdad? —musitó grave. Su voz estaba teñida de intensidad y vehemencia.

 La nuez de Jiang Cheng se movió de arriba hacia abajo mientras tragaba grueso. Tenía la mirada clavada en aquellos labios jadeantes que lo expusieron.

 Sí. No podía negarlo. Lo sentía. Ese terco vínculo que los conectaba era más fuerte y profundo de lo que Jiang Cheng esperó. Supo que, simplemente, no podía desentenderse de ello mientras estaban así, nuevamente en una situación semejante, como si el destino confabulara y conspirara una y otra vez contra él. Sus emociones tan claras y transparentes que solo un ciego no vería.

 Entonces Jiang WanYin levantó la vista hacia él, con los párpados medio entornados sobre unos ojos increíblemente oscurecidos y las facciones contraídas. No respondió. No tenía por qué hacerlo. La verdad flotaba en su mirada compartida, entre ellos, llenándoles los pulmones con cada respiración.

 Lan XiChen lo miraba expectante, casi con ansias, y el pecho de Jiang Cheng se encogió en una lenta agonía. Era tan hermoso que dolía, y tenerlo tan cerca, vulnerable y desequilibrado, despertaba en él una ansiedad tan cruda que estaba volviéndolo loco.

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