Capítulo veinticuatro

999 151 27
                                    


 En realidad no fue un grito como tal, fue más bien un ahogado y frustrado chillido que sonó como un aterrado reclamo y que interrumpió las palabras de Lan XiChen, dejándolo aturdido brevemente.

 Mientras aquello ocurría afuera, dentro de la mansión, Jin Ling había llevado aparte a Jiang Cheng, y éste se había dejado conducir sin saber muy bien que esperar. Sus pensamientos estaban considerablemente más lejos de lo que podía ser el razonamiento interno del chico y lo verificó enseguida.

— ¿Hay algún tesoro del clan Jiang que desconozca? —indagó Jin Ling precipitadamente, con sedienta curiosidad en la mirada.

 Aunque su pregunta fue algo confusa para Jiang Cheng, reconoció rápidamente que Jin Ling seguía pensando en los tesoros escondidos que vieron en las cuevas y en el fragmento del accesorio que escondieron las jóvenes muchachas del clan Tao, así como la probable fusión de esta pieza con algún tesoro espiritual de las sectas.

 No era algo muy ilógico a decir verdad, teniendo en cuenta que era la línea de pensamiento original de su secuestrador, y al descubrir que sus intentos resultaron en fallas consecutivas, a juzgar por la cámara de tesoros acumulados, eso quería decir que no había conseguido su propósito.

 Pensó con seriedad por un instante en la pregunta del chico y tras un momento de vacilación de su parte, la mente se le llenó de truenos retumbantes. Su corazón completo se sacudió violentamente al deslizarse por su mente la imagen de la sortija y aquella habitación privada en su interior. Palideció de forma instantánea y todo su cuerpo se puso rígido. No pudo evitar que sus latidos se ralentizaran a causa de los secretos que escondía aquel lugar.

 Tragó con dificultad.

 Con sus pensamientos velados y manos temblorosas extrajo la pequeña caja del bolsillo interior de sus túnicas púrpuras.

 El entusiasmo en el chico se encendió al ver lo que había en sus manos.

— ¿Qué es? —preguntó visiblemente emocionado, mientras sus ojos brillantes no se apartaban de la caja.

 Los pensamientos de Jiang Cheng eran complicados, pero aún así le explicó a Jin Ling; mientras le entregaba, no sin algo de renuencia, el estuche.

— No sé si recuerdas... las viejas historias del clan —murmuró bajo, a la vez que todo su interior temblaba de forma involuntaria.

 Cuando todavía el chico era pequeño compartió con él las heredadas historias de Yunmeng esperando que no perdiera la conexión con sus raíces, nunca pensó que una de estas se iba a enredar con ellos de aquel extraño modo.

— Bien... este es el Loto Blanco.

 No había mucho para decir. La historia solo narraba la relación de un antepasado enamorado que protegió a una bella desconocida de un grupo con malas intenciones. Sin embargo, había algo en la historia que había atrapado profundamente a Jiang Cheng.

 Quizás fue la detallada y elaborada descripción de la muchacha que terminó convirtiéndose en un modelo de compañera, ideal e inalcanzable, y que había elevado sus estándares de una forma imposible. Debió considerar luego que quizás aquella descripción tan magnífica, probablemente solo era fruto de un antepasado con un corazón demasiado blando y sensible.

 Sin embargo, no podía deshacerse de sus requisitos y lamentablemente no había encontrado a nadie que se adecuara a ellos. De igual modo, comenzaba a considerar que no comprendía a su propio corazón y ahora, tras enterarse el extraño encantamiento del anillo, no podía dejar de sentir que quizás ni siquiera él mismo conocía la verdadera naturaleza de sus sentimientos.

Loto blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora