Capítulo treinta y tres

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 La acción de Jiang Cheng fue espontánea. Fue realizada como por reflejo, y tan naturalmente que si ZeWu-Jun hubiera sido una dama hasta habría resultado una escena romántica, digna de retratar. Con la niebla blanca a su alrededor como rodeados por una etérea nube y pétalos de melocotón bailando y cayendo suavemente como lluvia sobre ellos.

 Pero, ambos eran hombres. Ambos eran líderes de Secta y tan diferentes entre sí, como el cielo y la tierra.

 Lan XiChen era suave y gentil, pero su personalidad se había vuelto difícil y distante luego de haber sido dañado profundamente por la traición de su hermano jurado. Jiang Cheng, en cambio, siempre había sido hosco y de mal carácter, pero con el paso del tiempo parecía más solitario y algo insensible. Sin embargo, ahora mismo estaba sujetando a XiChen suavemente y con tanta preocupación en su expresión, que hizo temblar las mentes de las personas que lo presenciaron.

 La niebla regresó al anillo y los expuso por completo.

 El joven de violeta se sobresaltó. Quería girar la cabeza, pero descubrió que su cuerpo estaba demasiado rígido, y simplemente girar la cabeza era un inconveniente. Sus dedos agarrotados soltaron de inmedato la cintura del Lan y dio un tenso y titubeante paso hacia atrás, mientras retrocedía.

 Vio ahora con claridad a la petrificada multitud que los rodeaba y los observaba con sorpresa, todos visiblemente horrorizados.

 No sabía de dónde demonios habían salido tantos, pero allí había por lo menos una docena de jóvenes de la Secta Lanling-Jin y Gusu-Lan, además del joven ZiZhen con dos escoltas. Incluso a un lado, en el estrecho lugar que reconoció como el salón de aquella residencia en ruinas en CaiDie, estaba HanGuang-Jun inseparablemente junto a Wei WuXian. La imagen era tan aterradora a sus ojos que lo hizo aspirar un bocado de aire gélido.

 Como si no tuviera suficiente, y para acabar, la molesta frase que oyó inmediatamente después, terminó por avergonzarlo y desmoronar su integridad todavía más, si es que eso se podía.

— El líder Jiang inesperadamente tiene un lado bueno —exclamó el joven Ouyang ZiZhen, asintiendo solemnemente sin el mínimo reparo en la situación.

 Los ojos de Jiang Cheng se dispararon hacia el joven Ouyang y éstos rezumaron una ferocidad inexplicable que de algún extraño modo no acobardó al niño, seguía mirándolos a uno y otro con una sonrisa amplia y tonta en el rostro.Jiang Cheng bufó internamente queriendo patearlo, pero logró mantener la compostura.

 Extrañamente fue incapaz de darse cuenta ahí, o siquiera en algún otro momento luego, que su repentina aparición no logró llegar a sorprenderlos demasiado. Era como si todos allí ya hubieran presenciado algo similar anteriormente. El grupo estaba más conmocionado, en realidad, por su acción impropia de tomar en brazos a Lan Huan de forma instantánea e impulsiva.

— Gracias por eso —murmuró con torpeza Lan XiChen, ajeno a los debates internos que pudieran haber provocado en los demás o la profunda incomodidad en Jiang Cheng. Él mismo estaba avergonzado y era sencillamente visible en sus gestos, porque no lo ocultó. Sin el persistente recordatorio del encantamiento de la máscara, ahora era totalmente ineficaz puesto que no escondía sus reacciones. Sabía que tenía que tener cuidado y se alejó del líder Jiang.

 El jade levantó su mirada hacia Lan WangJi. Vio la profunda preocupación en los pequeños gestos que se filtraban bajo su expresión siempre calma y se sintió sobrecogido. Los ojos de su pequeño hermano se habían detenido largamente en las túnicas manchadas de rojo de sangre y los vestigios oscuros también, por el veneno paralizante del Escorpión escarlata real, y comprendió enseguida acerca de lo que estaba pensando.

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