Capítulo diecinueve

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 Lan XiChen retrocedió involuntariamente. De forma rápida y sorpresiva, como si aquella acción fuera un simple auto-reflejo de su tonto cuerpo al encontrarse en una situación que ponía en severo peligro su vida. Tenía una fuerte razón para hacerlo. La expresión en el rostro de Jiang WanYin le dijo mucho más que cualquier cosa que pudiera salir de su impertinente boca. Podía sentir su conmoción, su furia, su vergüenza en oleadas que lo envolvieron hasta sentir que comenzaban a sofocarlo de forma despiadada.

 Casi parecía que Jiang Cheng temblaba por intentar contener todas aquellas emociones a raya.

 ZeWu-Jun, en cambio, sentía como su propio corazón palpitaba furiosamente contra sus costillas. Estaba probablemente a punto de sufrir una muerte horrible, casi podía sentir la enardecida presión que ejercía la aguda intensión asesina del chico sobre él. Estaba seguro que, si la mirada de alguien pudiera despedazar a una persona, ya sería solo un manojo de carne sanguinolenta en el piso.

— Para entrar en batalla, Cheng-Xiong es increíblemente veloz y su mirada se ve realmente feroz y aterradora —dijo Nie HuaiSang, estremeciéndose ligeramente y ocultándose de forma involuntaria tras él.

 Al principio su voz lo sobresaltó. Sin embargo, al comprender que el líder de secta Nie estaba hablando sobre el pequeño ejército preparado para registrar la montaña, lo entendió. No estaba hablando sobre su potencial descuartizamiento.

 Casi se le escapa una sonrisa inconsciente al pensar que el Líder Nie pretendía pasar desapercibido frente a Jiang WanYin escondiéndose detrás suyo, ignorando totalmente que él era precisamente el objeto de ira y el causante de la ferocidad en la mirada del hombre.

 Ahora mismo era él quien quería esconderse bajo alguna piedra.

 Realmente el joven Líder Jiang se veía como si quisiera aprovechar la ocasión para conspirar su muerte violenta y hacerlo pasar por un accidente fatal.

 Desde su posición incluso podía ver como su pecho se alzaba y bajaba con su pesada respiración. El corazón de Lan XiChen se estremeció repleto de arrepentimiento. Jiang Cheng se estaba comenzando a poner púrpura por la ira, pero dudaba que fuera a atacarlo allí y frente a tanta gente. Aunque tampoco estaba muy seguro de ello.

 Suspiró internamente y una sonrisa amarga se escapó de sus labios de forma imprudente.

 No tuvo más remedio que ignorar lo terriblemente culpable que se sentía y acercarse al grupo de cultivadores de prendas blancas y características cintas blancas en sus frentes para comandarlos en aquella misión.

 Sabía que la mirada de Jiang WanYin no lo había dejado ni por un solo instante, pero lo desestimó por temor, entendía que no podría dirigirse al chico en esos momentos sin esperar a cambio una violenta respuesta. Por lo tanto, decidió sabiamente mantener su distancia. Luego se tomaría el trabajo de intentar solucionar aquel problema que cada vez se volvía más complejo. Se había vuelto casi como una inmensa bola de nieve, que solo crecía con cada paso en falso suyo.

 Y todavía no podía comprender porqué había tomado tantas malas decisiones frente a aquel hombre.

 No quería detenerse a pensar en ello. Fue difícil tratar de diseccionar sus verdaderos pensamientos e intensiones tras el beso que compartieron, pero nada podía compararse a las olas turbulentas que se alzaban en su interior al recordar lo ocurrido la noche anterior.

 Quizás, en su defensa, podría alegar que él solo intentaba ayudar en un problema que terminó sobrepasando de algún modo sus expectativas, pero no podía simplemente pasar por alto que bajo aquellos pretextos había un fuerte sentimiento de secreta anticipación.

— Saludos, joven amo Lan

 La voz cantarina y casi infantil lo sacó de sus reflexiones. Parpadeó confuso un instante y notó al joven cultivador de ropas oscuras que se inclinaba suave y cortesmente en un educado saludo. Lo reconoció como el pequeño que había formado parte de los refuerzos que surgieron para tratar la caza de los Lobeznos ígneos la noche anterior.

 Le sonrió con amabilidad.

— ¿Una vez más en una misión peligrosa? —preguntó con renovada calma, pero era consciente de que el Clan del chico, a su gusto, parecía bastante irresponsable o hasta imprudente viendo como volvían a llevarlo a una misión como aquella.

 No podía entender que un chico tan joven fuera enviado a una expedición tan riesgosa. Sin embargo, no era asunto suyo, no podía entrometerse. Lo único que podía hacer en su lugar era mantener un ojo en el chico y evitar que se metiera en situaciones arriesgadas.

 El chico rió con diversión y su mirada brilló con un fulgor desconocido.

— No se preocupe por mí, sé cuidarme perfectamente —dijo risueño, pero su sonrisa extraordinariamente no llegó a sus ojos.

— ¿Quería decirme algo? —indagó preguntándose el porqué se había alejado de su grupo para buscarlo.

 Asintió de forma vehemente.

— Tengo algunas preguntas sobre esta especie de lobos y no hay muchas personas en mi clan que puedan despejar mis dudas —dijo de inmediato.

 Lan XiChen abrió sus ojos con sorpresa un segundo, pero aprobó rápidamente sus ansias de información. La forma más segura de mantenerse a salvo es saber a qué se enfrentaba.

 El recorrido hacia las montañas fue bastante más llevadero de lo que se esperaba. Gracias al chico y sus asertivas y muy incisivas preguntas, dejó de pensar unos momentos en Jiang Cheng y todo lo que ello acarreaba, aunque todavía podía sentir la mirada del chico siempre fija en su persona. Sus ojos eran como afiladas espadas pendiendo de forma amenazante sobre él.

 Luego de largas explicaciones y detalles precisos a sus preguntas más interesantes, el chico quedó satisfecho con las respuestas obtenidas, juntó sus manos y se inclinó profundamente ante él con respeto. Sin embargo, Lan XiChen se sintió algo descompuesto. Por un instante, la imagen del chico se superpuso con la de otra persona. Otro chico que fue igual de inteligente y perpicaz, con una amplia sonrisa amable que escondía una terrible malicia.

 Su estomago se revolvió y su rostro de súbito perdió todo rastro de color.

 El chico se alejó hacia su grupo, pero el dolor regresó en Lan Huan. Por un instante no supo dónde estaba o qué hacía. Las cosas se desfiguraron violentamente frente a sus ojos, no hallaba sentido a lo que las personas a su alrededor decían, otras voces más familiares y más estremecedoras llenaban su mente. Solo eran ecos distantes de recuerdos que se vertieron sobre él como si desearan ahogarlo. Quería taparse los oídos para dejar de escucharlos, pero sabía que era inútil. Aquellos sonidos no eran externos.

 Las personas que lo acompañaban comenzaron a moverse en grupos, yendo a sus posiciones asignadas. Había algo importante que tenía que hacer, pero no recordaba. Las voces internas se interponían con las preguntas de sus discípulos y no podía discernir que se supone que debía contestar.

 Todo era un horrible caos. 

 La voz de Jiang WanYin se sobrepuso por sobre todo lo demás. Rugió ordenes a los jóvenes de blanco, que se unieron rápidamente a grupos dispersos de muchachos vestidos de púrpura, creando una imagen discordante pero armoniosa del algún extraño modo, y lo sujetó del brazo llevándolo consigo.

 Lan XiChen parpadeó confundido y dos gruesas lágrimas bajaron por sus mejillas. Sus ojos se habían llenado de humedad sin siquiera notarlo.

— ¿Qué demonios te pasa? —preguntó entredientes Jiang Cheng sin dejar de moverse y sin dejar de arrastrarlo con él, lejos de las personas.

 Buscó su mirada pero el chico lo evitó. Había algo extraño en sus acciones, algo que casi lo hace sonreír, pero en cambio más lágrimas se derramaron. Quizás finalmente había descendido a la locura absoluta.

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