Capítulo treinta y cuatro

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 La mente de Lan XiChen fue arrojada al caos más absoluto.

 Se sentía problemáticamente confuso y abatido.

 Estaba fuera de su mente.

 Se movía como alguien que definitivamente había perdido el control sobre sí mismo. Él no lo había notado, pero había una inquietante anormalidad en su expresión y sus gestos, así como una torpeza y desequilibrio sin igual en sus acciones. Incluso para alguien que no lo conociera, le resultaría claro como el día que el hombre se encontraba mentalmente inestable.

 Sin embargo, nadie más que él podría entender por qué, y la resolución más obvia a la que el Lan podría llegar, si estuviera a cargo de sus sentidos, era simplemente porque su proceso de pensamiento se había descompuesto como resultado de las pocas frases que había leído.

 ZeWu-Jun sentía que su mente se había derrumbado en pedazos irrecuperables y no parecía capaz de conseguir que vuelvan a unirse ya más.

 Desde el momento que había dejado QingHe, se encontraba con una infinidad de preguntas sin respuestas invadiendo su cabeza, sin ningún tipo de control ni piedad. Todo era un caos desastrozo y agotador. Todo parecía un sinsentido infinitamente profundo e irrazonable.

 Nada de lo que leyó parecía creíble.

 Cargaba hacia adelante con qigong a una velocidad moderada, siguiendo los pasos del líder de secta Jiang, mientras viajaban por un paso poco transitado con destino hacia Baling Ouyang, pero estaba tan absolutamente distraído y perdido en sus propias preocupaciones, que debía apresurarse a evitar obstáculos en su camino y de forma tan frecuente que probablemente podría convertirse en un experto con facilidad. Durante ese periodo caótico donde se había movido en piloto automático, de forma inconsciente y sin pensar, solo la incertidumbre y la indecisión carcomían su tembloroso corazón de una manera bastante espeluznante.

 ¿Podía ser todo real?

 La impactante información de la carta aún seguía dando vueltas en su mente confusa, devorando cualquier otro pensamiento aleatorio que pudiera llegar a tener.

 Estaba algo asustado por la dirección de sus pensamientos; pero, también, reconoció de una forma algo contemplativa que, aunque la carta en sí misma era tan desconcertante, tanto que no parecía muy creíble, tenía la sensación que todo lo recogido en ella en realidad era cierto. Hasta la última palabra.

 El contenido en aquel viejo papel era extremadamente inquietante y revelador. Explicaba en detalle el encantamiento del anillo, y decía incluso mucho más. Más de lo que debería saber y significativamente más de lo que cualquiera de los dos estaba dispuesto a admitir.

 Descubrió que su mente no parecía estar preparada para asimilar del todo la información obtenida.

 Lentamente, pero de manera asertiva, entendió por qué WanYin escondió la carta y no dejó que la leyera en un primer momento. Entendió también, cada una de sus reacciones que creyó antes exageradas.

 Observó la tensa espalda del líder Jiang en la distancia, y recordó algunos pasajes ocurridos dentro de la habitación del anillo que se habían quedado inolvidablemente arraigados en su memoria. Supo que aquella carta, que ahora mantenía firmemente sujeta en su puño, contenía una verdad insondable. Innegable.

 Los audaces trazos de palabras bailotearon burlonas en su cabeza, vertiendo un millón de imágenes turbulentas en su mente, y ZeWu-Jun tuvo que empujarlas por la fuerza. Sin embargo, no podía hacer demasiado, debido a que ya se habían impreso profundamente en su alma.

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