Capítulo quince

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 NieHuaiSang no iba a esperar a que Jiang Cheng descargara su furia con él. Explicó los detalles de forma rápida y concisa con una locuacidad más que envidiable.

 Por lo que lograron entender, y en resumidas cuentas, hubo noticias en todo QingHe acerca de un cultivador errante conocido por su afición y dominio sobre las bestias espirituales superiores. Nadie sabía decir exactamente de dónde era, cómo se veía o cómo podía controlar aquellas magníficas bestias, pero comprendían la magnitud de tamaña habilidad. Era algo que hacía que el nerviosismo se extendiera en sus corazones sin poderlo disimular.

 ¿Qué tan poderoso (y peligroso) sería alguien influyente entre las peores bestias?... nadie se atrevía a imaginarlo.

 ¿Eso quería decir que los Lobeznos ígneos tenían una relación estrecha con un cultivador y que dicho cultivador tenía algún resentimiento en contra la gente de QingHe?, reflexionó Jiang Cheng y repentinamente se paralizó.

 Sus pensamientos se detuvieron un segundo cuando una duda se instaló en su mente.

 ¿Acaso Nie HuaiSang los estuvo llevando de las narices otra vez? ¿La conferencia, así como el anillo y la posterior cacería eran parte de sus perversas maquinaciones?

 Levantó la vista de ese té que estaba bebiendo y que se quedó suspendido en su camino por un instante, y su mirada se estrelló con los ojos del joven Líder del Clan Nie. Lo sondeó lentamente, mientras éste explicaba a ZeWu-Jun con detalle la información más destacada de la investigación que había llevado a cabo, y no pudo descubrir en ellos la verdad.

 Sin dudas no era el mismo HuaiSang que había estudiado con él en Gusu-Lan, de eso no había dudas, aseguró. Su manera de expresarse, las formas y su actitud, en nada se parecían a aquel chico que temía a muerte a su hermano y que sólo tenía en mente vivir cómodamente una vida despreocupada. Había cambiado pero no supo si era porque estaba demasiado cansado o porque la herida aún ardía manteniendo sensible su piel, o quizás (y aunque quería erradicar eso de su cabeza) por el sentimiento de aturdimiento que le quedó luego de aquel repentino beso, al final le concedió el beneficio de la duda.

 Se comprometieron a registrar la montaña que circundaba el bosque lo más pronto posible, y para eso enviaron informes a algunas sectas próximas para conformar un grupo apto para ello.

 Jiang Cheng había sobrepasado, hace tiempo ya, su nivel de tolerancia a las nuevas circunstancias. Asintió jodidamente exhausto y HuaiSang fue lo suficientemente perspicaz para notarlo. En un instante llamó a las criadas y pidió que los escoltaran a sus habitaciones. Despidió cortésmente a ambos líderes a la vez que recibía las rápidas respuestas de los clanes y preparaba un plan de reconocimiento del terreno. Su torpeza olvidada hace tiempo ya.

 Sin la presencia de HuaiSang un tenso silencio se cernió sobre Jiang Cheng y Lan XiChen, mientras eran llevados por el servicio hacia las residencias dispuestas para los invitados. El hombre de púrpura trató de permanecer indiferente a todo, pero su corazón quiso escapar de su pecho cuando se dio cuenta que ambos fueron colocados en habitaciones contiguas.

 ¿A qué demonios jugaban las deidades?

 Ignoró el pulsar errático y acelerado de su estúpido corazón y con una inclinación breve como saludo, sin atreverse siquiera a mirar directamente a los ojos a la otra persona, se deslizó al interior de la recámara.

 Todos sus sentidos estaban absurdamente en tensión.

 Se sentía terriblemente irritable. Una ansiedad desmesurada le quemaba el interior volviéndolo inestable. Cerró sus manos en un fuerte puño e intentó mantener el control sobre sí mismo. Deambuló dentro de la espaciosa habitación de un lado a otro, como una mosca sin cabeza hasta que se hubo calmado de a poco, muy gradualmente. Miles de pensamientos se solidificaron en su cerebro hasta hacerle sentir la cabeza pesada y adolorida.

 Sin embargo, lento, el cansancio acumulado prevaleció por sobre todo lo demás.

 Agradeció internamente al alma amable que había preparado una tina llena de agua tibia en un rincón de la habitación, y deshaciéndose de sus ropas en un parpadeo, entró en ella esperando que aquel baño pudiera despejar también su mente sumida en el caos. Con los ojos cerrados y un agotado suspiro de alivio dejó que el agua caliente lo envolviera, haciendo que obrara milagros en él. Incluso su propio temperamento pareció diluirse en una sensación de paz y plenitud difícil de poner en palabras.

 Abrió los ojos y estos vagaron sobre su hombro herido. La quemadura abarcaba un área bastante importante y extensa. Aunque tuvo especial cuidado en no mojarla, tenía la sensación de que el medicamento había disminuido su efecto. Podía sentir ahora un calor abrasador extenderse por su piel desde aquella irritada mancha oscura, como si aún tuviera inconvenientes para sanar internamente. Quizás las llamas tuvieran algo de veneno, pensó contrariado, y bufó sonoramente. De haber sido más veloz o de haber reaccionado más rápido no habría sufrido aquella lesión, se recriminó con desdén. De no haber sido tan torpe quizás hubiera podido desviar el golpe sólo con una estocada de su espada, se dijo al final y tiró su cabeza hacia atrás, escondiendo parte del rostro con su brazo.

 ¿En qué diablos había estado pensando cuando ocurrió? ¿Porqué protegió la integridad de Lan Huan a costa de su propia seguridad? ¿Desde cuándo se había vuelto tan incoherente?

 Su mente saltó al momento exacto de su beso con el chico y el aire se le atoró en el interior.

 La mano que permanecía al borde de la tina se elevó lentamente sin su consentimiento y le rozó con la punta de los dedos el labio inferior. Al notarlo, automáticamente se paralizó un instante antes de desviarse de forma repentina. Toda la habitación resonó con un sonoro plaf cuando ella hizo contacto fuertemente contra su mejilla.

 El golpe lo despertó.

 Luego de ese desliz el baño no se sintió tan agradable como lo fue en un principio. Sumado a su momentáneo estado de turbación, el dolor en su brazo comenzaba a resultar bastante insoportable.

 Salió de la tina, se secó y vistió ropas ligeras, pensando que tal vez debería llamar a un discípulo para que buscara un médico para tratar la molesta lesión. Sin embargo, sus intenciones se desviaron al notar una jarra de exquisito licor esperando pacientemente en una mesita por él.

 Podía reconocer que Nie HuaiSang por lo menos sabía tratar a sus invitados.

 Con un quejido bajo devoró sediento un tercio del ardiente alcohol que le quemó la garganta y se asentó en su estómago calentando su cuerpo con rapidez. ¿Medicina?, pensó con una sonrisa torcida, todo lo que necesitaba en realidad era algo de amargo licor.

 Trago tras trago sofocó el dolor, pero no notó que mientras más bebía el calor en su interior se incrementaba considerablemente sin intenciones de menguar en lo absoluto. Pronto no sólo comenzó a sudar de manera profusa sino que su piel empezó a sentirse terriblemente sensible. Su respiración se sentía más pesada e irregular.

 No es bueno, se dijo asustado por un momento.

 Oyó golpes llamando su puerta, y con un tono grave y jadeante invitó a entrar a aquella persona, creyendo firmemente que era uno de sus discípulos, pero su expresión se volvió rígida al ver entrar, en su lugar, al primer jade Lan.

Loto blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora