Capítulo diez

1.5K 217 15
                                    


 Jiang Cheng lucía y se sentía terriblemente exhausto, pero había accedido a ir de cacería nocturna con varios líderes de clan allí en QingHe y no podía retractar su palabra. Mucho menos luego de haber producido tal caos. Aunque ninguno de ellos supiera que sucedió exactamente para haber puesto al Líder Nie en un estado casi de histeria.

 La historia no se había filtrado y esperaba que se mantuviera así.

 Sentía la cabeza pesada y adolorida. Él mismo aún no lograba asimilar toda la información que se había acumulado en tan poco tiempo. Estaba algo perdido.

 Se llevó una mano sobre el corazón, increíblemente consciente del peso de la pequeña cajita del anillo contra su pecho, en el bolsillo interno de sus ropas, y suspiró. El accesorio estaba nuevamente en manos de un Jiang, y a decir verdad no podía decir que se sentía tranquilo por ello en lo absoluto.

 Aquella pieza era bastante particular.

 La inusual clave tras el encantamiento, en la que aún no podía confiar, lo mantenía todavía aturdido.

 ¿Porqué demonios las reliquias familiares del Clan tenían que ser siempre algún tipo de sortija extraña?

 Suspiró porque eso no era lo más importante en realidad.

 Lo que aún hacía que Zidian estallara en repentinos estallidos por la furia contenida, era cómo diablos llegó allí. "Un obsequio de LianFang-Zun", había dicho acobardado Nie HuaiSang, dejándolo completamente sin palabras.

 Jiang Cheng sabía que antes del incendio que destruyó el Muelle del Loto, los tesoros de la familia habían sido saqueados y no era extraño que Jin GuangYao tuviera en su posesión muchos de ellos tras convertirse en el leal sirviente de Wen RuoHan, pero el bastardo descarado incluso se atrevió a regalar aquella pieza a Nie HuaiSang, ¿Acaso no tenía decencia? ¿Realmente no sabía de dónde demonios provenía?

 Maldijo entredientes, con hastío. Con frustración.

 Intentó calmarse, consciente de que aquel bastardo recibió su castigo.

 Lo alejó de sus pensamientos un momento mientras volvía al tema que no dejaba de hacer palpitar su corazón con preocupación.

— ¿Recuerdas la historia del Loto Blanco? —preguntó en voz alta a su escolta más antiguo y fiel. El hombre detuvo un instante sus labores, sorprendido por su azarosa pregunta. A pesar de ya haber permanecido cerca del Líder lo suficiente para ignorar los chasquidos centelleantes de Zidian cuando los sentimientos lo sobrepasaban, aquella pregunta directa lo descolocó. El sentido de la misma todavía más.

— La recuerdo —respondió con sinceridad, mientras una diminuta sonrisa forcejeaba por abrirse paso en sus labios. Era bastante difícil olvidar aquella romántica historia que dejó una marca tan duradera en el pequeño Jiang WanYin.

— ¿Porqué repentinamente...?

— ¿C-Crees que todo.. que todo era falso? Digo... ¿no piensas realmente que mi antepasado pudo haber creado una cámara para protegerla?—lo interrumpió vacilante, pero mortalmente serio y pensativo.

 Su pregunta lo tomó por sorpresa y frunció el entrecejo algo confundido, pero Jiang Cheng ya no le estaba prestando atención. Sacudió su cabeza como si tratara de despejar sus pensamientos.

— Olvídalo —dijo de repente de forma autoritaria, aunque el hombre no supo descubrir si sus palabras estaban dirigidas a él o a sí mismo. Regresó rápidamente a su estado original, un líder de secta formal, estricto y de mal carácter— ¿está todo listo?

Loto blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora