Capítulo siete

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 Los sonidos de una nueva mañana y la claridad de un nuevo día no fueron gratamente bienvenidos por Lan XiChen. El piar de los pájaros que alegremente lo despertaban cada madrugada se sintieron como una insoportable y ruidosa tortura a sus sensibles oídos y a su todavía más irritable cerebro. Sentía la cabeza adolorida, la garganta severamente dañada y no recordaba en lo absoluto porqué. Las sienes le palpitaban ejerciendo una dolorosa presión contra su cráneo.

 Abrió pesadamente los ojos, parpadeó ante la intensa claridad y aturdido los frotó, aún somnoliento. Su mente permanecía revuelta. Muchas de sus memorias se habían perdido en una bruma de retazos desconectados, sin ningún tipo de sentido.

 No era la primera vez que al despertar se sentía desorientado y confundido, pero realmente casi se cae de la cama por la conmoción, al descubrir dónde estaba y con quién había dormido.

 Todo cobró sentido en un instante, y nada parecía real a la vez.

 Levantó la mirada asustado como nunca sobre lo que podría llegar a ver. Aunque no creyó que en algún momento de su vida y ante sus ojos se desarrollaría una imagen semejante. El Líder de Clan YunmengJiang, Jiang Cheng, aún dormía profundamente, recostado sobre la pequeña mesa con la cabeza vuelta hacia la cama donde él descansaba momentos atrás, dando la visual impresión de que había pasado toda la noche observándolo dormir.

 Se estremeció ferozmente. De forma incomprensible aquel retrato mental que su cerebro modeló, le resultó demasiado para poder asimilar.

 Si antes su mente era un caos retorcido, ahora mismo era un infierno imposible de ver. Incluso su corazón latía de forma violenta e indisciplinada. Se sentía febril y alterado, pero no exactamente enfermo. Sólo muy confundido. Aterradoramente confundido.

 Sin embargo, sus ojos se negaban a abandonar del apuesto y apacible rostro del joven cautivo del sueño.

 En su lenta y temerosa inspección, descubrió que el chico temblaba de forma leve pero perceptible por el frío. Comprendió que su cuerpo tenía problemas para acostumbrarse a la cruel gelidez de las mañanas en Gusu y sus ropas, apropiadas para lugares cálidos como Yunmeng, no aportaban nada de abrigo. Se levantó de prisa, sin pensar demasiado, y llevó consigo una manta para cubrirlo con inusitada inmediatez. Una vez hecho, y consciente nuevamente de sus impulsivos movimientos, retrocedió lento.

 Soltó el aire que no sabía que estaba conteniendo en un suspiro entrecortado, mientras intentaba poner en orden sus pensamientos.

 Sintió que era imposible.

 El líder del Clan Jiang había adquirido con muy pocas interacciones la habilidad de descolocarlo, de despertar sensaciones complicadas y contradictorias en su interior. Desde su reclusión en el Receso de las Nubes, la sola mención de su nombre generaba en él un oculto e incomprensible malestar que había intentado dominar sin conseguirlo. Así como también descubrió que en su presencia se volvía fácilmente sensible y consciente, e irritable terrible e inesperadamente irritable. Pero, se había embriagado ante el chico, había llorado y reído ruidosamente frente a él. Esa persona lo había visto incluso una de sus peores facetas. Entonces... ¿qué debía hacer?

 Frunció el ceño con genuino desazón e incomodidad. No entendía exactamente porqué reaccionaba de la forma en que lo hacía, sin embargo, su mirada endurecida de algún extraño modo se suavizó.

—Jiang WanYin...—murmuró en un suspiro débil a su dormida figura— lamento sinceramente que siempre tenga que ser testigo de mis peores lados.

 Se retiró sin decir otra palabra y sin darle una segunda mirada. Si lo hubiera hecho, habría podido ver el sospechoso rubor que coloreó la punta de las orejas de Jiang Cheng y sus dedos crisparse de forma sutil sobre la mesa.

Loto blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora