Ese día desperté por otro sueño con Zoe.
Desde el momento en que la vi, no había sido capaz de sacar de mi mente aquella tierna y pequeña niña.
Los sueños que solía tener recordando a Marco habían sido desplazados por los que empecé a tener con ella. Aunque las pesadillas aún volvían de vez en cuando.
Deshacerme de esas no sería tan sencillo.
En ese momento me encontraba nerviosa. Demasiado. Tanto que no me habría sorprendido que perdiera total control sobre mi respiración y empezara a sonar como un kazoo.
Esa mañana, estando en el trabajo, le pedí el número de teléfono de Marco a Edward. Antes de arrepentirme, me obligué a llamarlo. Le dije que quería conocerla, pasar tiempo con ella y que, en algún momento, pudiese ser su hermana de verdad, no solo en nombre. La idea le fascinó, pero a mí no me fascinó su propuesta sobre ir a su casa después de las clases de Zoe para poder verla.
No quería ir a su casa. O mejor dicho, no quería verlo. Sí, tenía una hermana que era hija suya. Sí, supe desde el instante que me enteré de ella que no podría alejarme completamente de él. Después de todo, de él dependía si me permitía verla. Pero no quería tener que verlo a él.
Se lo dije, en otras palabras, pero le dije que no me sentía cómoda yendo a casa suya. Y me sorprendió lo rápido que lo comprendió y la solución que propuso solo instantes después. Que Zoe viniera a mí, en vez de yo a ella.
Y precisamente eso esperaba, caminando de un lado a otro en mi habitación. Como dije, muy nerviosa.
Momentos después, llegó lo que tan nerviosa me ponía y que tanto ansiaba.
Sonó el timbre.
—¡Voy yo, voy yo, voy yo! —me apresuré a gritar, puesto que Liv estaba en el salón.
Corrí a la puerta y, antes de abrirla, respiré profundo. Cuando me decidí a abrirla, me encontré con Edward y, varios, muchos, centímetros más abajo, a mi hermanita.
—¡Ava! —exclamó con esa vocecita adorable y una sonrisa preciosa.
El escenario era gracioso. Un hombre alto y corpulento en traje, junto a una niña con vestido de rayas celestes que no le llegaba ni a la cadera al gorila que tenía detrás. Tan curioso como chistoso.
—Hola, Zoe —le dije, y ella se acercó a abrazar mis piernas con emoción.
—Estaré abajo si necesitan cualquier cosa —intervino Edward, por lo que pasé mi atención a él—, y subiré por ella en unas horas. Diviértanse. —Me dio un guiño, y yo asentí con una sonrisa más pequeña y dudosa, a comparación con la de Zoe.
—Gracias, Eddie —dijo ella mientras él caminaba al ascensor, y se despidió sacudiendo su pequeña manito.
—¿Quieres pasar? —le pregunté inclinando la cabeza.
Asintió, y vi como un ser humano de un metro de altura entraba al piso, con una mochila demasiado grande para ella que colgaba de ambos hombros, su cabello rubio en dos trenzas, y que observaba el piso con detenimiento. Mi corazón latía con una fuerza desconocida.
—Linda —habló Liv desde la cocina—, hay un pequeño humano caminando en mi alfombra. ¿Qué hace un pequeño humano caminando en mi alfombra?
—Hola, soy Zoe, la hermana de Ava.
No la forma en la que habría preferido contárselo, pero bueno.
—Ahh... Espera, ¿qué? —Siguió sin comprender.
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ABISMO © [Disponible en físico]
Romance¡YA EN LIBRERÍAS! [Esta versión es un borrador] Ella no quiere caer por él. Él quiere recuperarla. Dos promesas en guerra. Solo una puede cumplirse. Tras descubrir la verdad, Ava ha decidido empezar una nueva vida libre de secretos y lejos de qui...