Capítulo 39 - FINAL

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El primer día estuve en el hospital. Desde muy temprano hasta muy tarde.

El segundo tuve que ir a trabajar, así que toda la mañana mi cuerpo estuvo en ELE y mi mente con Derek. Apenas terminé mi turno, fui de vuelta al hospital.

El tercer día fue igual.

Y el cuarto.

Y el quinto.

Estaba con Leo o con Liv, pero ellos seguían en la universidad así que no podían darse el lujo de estar siempre con él. Lo mismo con Becca.

Derek llevaba una semana en coma.

La única razón por la que no entré en pánico fue porque bombardeé de preguntas a la doctora encargada y hallé las diferencias entre un coma inducido y uno que no era decisión médica. Derek estaba dormido porque la doctora quería que lo estuviese. Si en algún momento debía despertarlo, podía hacerlo. El detalle era que no era recomendable hasta que su cerebro estuviese mejor.

Esa información me permitió dormir por las noches... o simplemente cuando tenía un tiempo de descansar los ojos, porque estaba exhausta. Como ese día. Tenía mis rodillas cerca de mi pecho y mi cabeza apoyada en ellas para poder descansar un poco. La tela de mis pantalones estaba húmeda por las lágrimas que soltaba dormida por los sueños que tenía, pero sentí una mano en mi hombro interrumpiendo el de ese momento.

—Ey, Ava... —Oí una voz. Era suave, conocida.

—¿Derek? —Empecé a abrir los ojos y entre mis pestañas lo vi—: ¡Derek!

Me levanté de golpe y me llevé una desilusión al ver que no era él. Era Leo, la única otra persona que estaba conmigo en la sala de espera.

—Lo siento, helvita, pero la doctora tiene noticias —me informó con un gesto que mezclaba la emoción con el temor.

No hizo falta que dijera más. Me puse de pie junto a él, sequé mis mejillas y esperé que la mujer en bata blanca nos diera una buena noticia después de una semana de incertidumbre.

—¿No hay nadie más presente?

—Puede hablar con nosotros. ¿Qué ha pasado? —pregunté, frotando las manos de los nervios.

Una sonrisa formal se formó en sus labios.

—Hemos despertado a Derek y está consciente.

La burbuja de terror en la que viví por días se reventó con esas palabras y boté un suspiro lleno de alivio.

Leo soltó un grito de emoción y levantó a la doctora del suelo en un fuerte abrazo.

—¡Señor Carson, por favor! —La mujer volvió a pisar suelo cuando Leo la soltó y ella acomodó su atuendo. Él y yo nos vimos y fuimos nosotros los que nos abrazamos en esa ocasión.

—De momento tiene que descansar —siguió la doctora cuando terminó el abrazo—, así que lo trasladaremos a una habitación y en unas horas haremos pruebas más rigurosas para revisar el daño que pudo haber sufrido. Lo básico y esencial funciona a la perfección, pero aún no demos nada por sentado.

—¿Pero podemos verlo? —preguntó Leo, ansioso.

—Cuando esté en su habitación, por supuesto que sí, pero de a uno. No debemos agobiarlo. Aún está en recuperación y cuando se trata de una lesión como la suya toma tiempo. —Sonrió, guardando las manos en los bolsillos de su bata—. Por ahora pueden estar más tranquilos. Derek está despierto y no muestra daños graves. Celebremos esta pequeña victoria.

No era pequeña, era gigantesca.

¡Derek estaba despierto!

Rato después, una enfermera nos informó que ya podíamos verlo, aunque solo unos minutos. Leo y yo caminamos con rapidez hasta quedar de pie en la puerta que abría a la que ahora era su habitación y de repente aquella alegría fue opacada por la incertidumbre.

ABISMO © [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora